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La ciudad y los días

Carlos Colón

Ausencia

DESDE que te fuiste tres cosas que antes me daban sólo alegría, gozo y consuelo me producen también melancolía. Una es la luz de estos primeros días claros y tibios que anuncian esa otra luz de marzo por cuya vira de oro nos llegará nuestro Jesús Nazareno. Otra es caminar despacio por Hernando Colón para ir viendo crecer la Puerta del Perdón, agigantándose al fondo la gran vidriera ojival tras la que se estruja y se agolpa toda la oscuridad ávida de luz que habita las entrañas de la gótica montaña hueca, viendo como los severos naranjos van llenando poco a poco el arco de herradura con su verde oscuro nacido despacio de la poca luz y los muchos años; colosal y quieto a su derecha, montando guardia de desplante, brazo en jarra, estoque en mano, cabeza ladeada como si estuviera estudiando a la bestia, el San Pablo con pose chulesca de maestro seguro de su valor y de su arte aguardando que los peones le pongan el toro en suerte. La tercera es mirar a la cara a Jesús Nazareno.

Desde que te fuiste, hace poco más de un año que parece a la vez un instante y una vida, una sombra oscurece esta luz primera sin quitarle su esplendor, como si tu ausencia fuera una nube solitaria en un cielo azul; en el pasillo que es Hernando Colón hay una puerta tras la que no estás, un cierre desde el que no ves pasar las cofradías, una ventana tras la que no lees a los Machado, a Cernuda o al capitán Fernández de Andrada; y no soy capaz de mirar a Jesús Nazareno sin un suave, cariñoso y dolido reproche. Te merecías más tiempo. Sin amargura y con esperanza lo escribo; por que sé -como tú sabes mejor que yo, ahora que lo sabes todo- que dirijo mi suave reproche a quien es el alto fin al que aspirabas. A sus pies está lo que de nosotros muere, ante Él vives y para ti florecen sobre la plata los azahares de Santa Eufemia cada noche de Miércoles Santo. Pero te merecías más tiempo.

Ha dejado por fin de llover. Luce el sol. Las calles huelen a mermelada inglesa porque están recogiendo las naranjas amargas para abrirle caminos al azahar. Están pegadas en las puertas de las iglesias las convocatorias del quinario de la Exaltación, del septenario de la Amargura y de la novena del Señor de las Tres Caídas de San Isidoro. Hoy hay solemne función a Jesús Nazareno en San Antonio Abad. Cuánto nos gustaba intuir la luz del primer viernes de marzo en estos anticipos de primavera. Cuánto disfrutábamos viendo venirse el tiempo de nuestros gozos como si fuera uno de esos pasos -Amargura, Esperanza- que más se saborean cuanto más se esperan. Y cuánto nos falta poder disfrutarlo contigo, dulce amigo.

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