TODAVÍA recordamos los viejos del lugar al mítico José Avelino Loureiro con su boina, su jersey remangado y su mandil blanco recogiendo su oronda barriga; con sus manos enrojecidas por miles de vasos lavados con agua fría y sus andares, ya espaciados y forzados por esos huesos de los pies que sólo tenían los antiguos camareros de barra.

No era Avelino especialmente agradable ni simpático "¡¡…niño a beber agua a tu casa!!", pero era tremendamente correcto. Avelino hizo el primer carrusel deportivo del barrio. Cuando en la radio de galena aún no existían los programas deportivos de los domingos, los que querían saber como iba el Betis llamaban al 32183 y, por teléfono, informaban del resultado. Sabía el resultado por los gritos que por la calle Ebro llegaban desde el campo; como sonaban los goles en el Benito Villamarín….

Junto al bar Avelino estaba el cine de las pipas, así llamado por los dos o tres dedos de cáscaras que tenía perennemente el suelo del cine. Cuántas películas sin ver por intentar coger la mano de esa niña de la Doctrina Cristiana. El bar tenía una explanada donde los abuelos se sentaban a tomarse la copita de Alfonso con queso viejo y unos chochos bien salados; tenía también una barra de madera espectacular y en el suelo su tradicional serrín.

Cualquier tiempo pasado fue mejor; de aquel mítico Avelino sólo queda el edificio y el nombre. No ha respetado ni la barra. Una pena, pues ha dejado un bar vulgar tirando a malo. Un servicio agradable y correcto pero no profesional. Una cocina que no merece ese nombre. Prueben el pinchito y entenderán lo que les digo. Intomable la pechuga con bechamel, si encuentran el pollo invita la casa. Los montaditos con mal pan y peor carne; una ensaladilla vulgar, unos champiñones ahogados en aceite. Eso sí, muchas patatas fritas. El modelo Serranito en Avelino. Que falta de respeto al mítico nombre del pontevedrés. Hay nombres que son sagrados, son de la memoria popular y, como tales, hay que respetarlos. Avelino, buen sitio peor bar.