SI abren una ventanilla única para atender a los afectados por el temporal o por la crecida del Guadalquivir, la cola puede ser una riada humana. El incesante relevo de borrascas ha parado las obras públicas y privadas. Los cultivos están sepultados por el agua y son muchas las afecciones en carreteras, caminos rurales, infraestructuras y viviendas. Desde estas páginas criticamos a finales de enero que el PSOE no planteara de suyo (y además vetara la propuesta de la oposición) adelantar la apertura del curso parlamentario con un Pleno extraordinario que analizara los estragos de un invierno inusualmente lluvioso. Cuando, un mes después, la Andalucía inundada lleva cinco días como tema destacado en los telediarios nacionales, deben bajarle el diapasón a los fastos del 28-F y dedicarse a lo prioritario en los pueblos, en las vegas, en la Junta y en el Parlamento.

Se ha pecado de exceso de confianza ante "lo nunca visto" que sí han visto nuestros abuelos, y ahora la alarma está justificada. El Guadalete en Jerez era un recurrente aviso. En tiempos de sequía la Agencia Andaluza del Agua ha coordinado muchas inversiones en prevención de riadas que dan sus frutos en días como ayer. Pero del calvario que padecen muchas familias tienen que aprender todos los ayuntamientos, diputaciones y organismos autonómicos. Una de sus obligaciones es prevenir lo excepcional, igual que sucede con los planes de emergencia y evacuación para un colegio o un hospital. Para lo obvio ya se basta y sobra el vecindario sin despacho ni asesores. También es excepcional un terremoto y es taxativo construir a tenor de ese riesgo.

Cn las arcas públicas exhaustas, los damnificados habrán de enfangarse para rebañar ayudas.

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