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LA subasta electoral en que han entrado PSOE y PP ha alcanzado las más altas cotas de desahogo y obscenidad. Se puja por el último voto con frivolidad de verbena y verborrea de charlatán de feria: cada uno reacciona a las ofertas del otro prometiendo lo mismo "y dos huevos duros", huevos que un día son los empleos, otro la enseñanza, y el tercero, los impuestos. ¿Hay quien dé más?, pregunta la afición, ejemplificada por la señora que en televisión comentaba: "Si en vez de cuatrocientos euros pueden ser ochocientos, mucho mejor". Que no decaiga.

Cuando Rajoy anunció que si él gobierna los mileuristas no pagarían el impuesto sobre la renta, el PSOE criticó la medida. El domingo -una vez convencido de que las elecciones se ventilan en buena medida sobre el tapete de la economía familiar-, Zapatero ofreció que, si es él quien gana, devolverá 400 euros a los asalariados y pensionistas que pagan IRPF. Una rebaja lineal, igual para la princesa altiva que para la que pesca en ruin barca. Inmediatamente tuvo que ponerse Pedro Solbes a hacer números y estudiar cómo llevarla a la práctica. Le estará costando lo suyo, porque la medida es semejante a la que tomó Bush en Estados Unidos hace diez días -para animar al consumo y combatir la recesión- y que el propio Solbes rechazó para Europa. Cambio de planes, pues.

En materia de empleo se intercambiaron los papeles en este juego indecoroso de oferta y contraoferta. Zapatero se comprometió a crear dos millones de empleos en los cuatro años de legislatura, y fue Rajoy el que esperó también hasta el domingo pasado para añadirle a los dos millones de empleos el huevo duro de doscientos mil más. ¿Será por añadir? A este paso van a tener que importar inmigrantes a fin de cubrir tantísima oferta de trabajo. ¿Guarderías? Trescientas mil plazas abrirían los socialistas, cuatrocientas mil los populares. ¿Pensiones mínimas? La cosa está entre los 150 euros de Don Mariano y los 200 euros de Don José Luis (o José Luis a secas, por aquello del talante).

Como he dicho en otras ocasiones, las propuestas económicas de PP y PSOE se parecen unas a otras como Pili a Mili. No podemos considerar alternativas distintas a las que se basan en diferencias de ayudas de cincuenta euros... sobre el papel, como puras promesas electorales. Al final, el dilema para los ciudadanos va a estar en el nivel de credibilidad de cada partido político y, dado el fulanismo imperante, eso se va a traducir en la disyuntiva de si es más creíble Pedro Solbes que Manuel Pizarro o viceversa.

Tal como va la precampaña, si a mí me plantearan la duda, contestaría sin reparo: no me creo ni a uno ni a otro. No por Solbes y Pizarro, sino por los que han montado esta subasta obscena y necia.

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