Emocionaba escuchar a Luis Piedrahita, parapetado detrás de sus gafas y su flequillo para disimular su timidez, en el preámbulo del concurso presentado cada vez con más desparpajo por Francine Gálvez y Xosé Castro. "A las palabras les debo todo. Me dan todo a cambio de nada". El rey de las cosas pequeñas, que este sobrenombre recibe el mago, monologuista, actor, guionista y humorista que es Piedrahita, se mostraba tan sincero que, sobre la marcha, se fue creciendo en su intervención. Palabra va, palabra viene, como un niño con juguetes nuevos. "Me gusta sinagoga. ¿A que suena como un masaje a las amígdalas? O la propia amígdala. O liendre. Son palabras traviesas. No me gusta el término quizás, porque también está aceptado el quizá en singular, y siempre se presta a error. Prefiero el tal vez o el a lo mejor". Buena idea la de Urbana Gil de ampliar la sección.

Piedrahita nos regaló el término espumadera, y nos invitó a que lo repitiésemos varias veces en voz alta, demostrando así que iba perdiendo el sentido en la boca. "Se desmaya con el uso y ya no sabes si es espuma o si es madera". Hace un par de semanas el encargado de regalar una palabra fue David Cantero. Eligió inmarcesible. Según el diccionario de la Real Academia, aquello que no se puede marchitar. Es hermoso que en algunos programas todavía se pueda jugar con el lenguaje, mientras otros sólo contribuyen al morbo y al insulto.

Hace pocas madrugadas, en El ventilador, dos transexuales hicieron lo más parecido a pressing catch. A estas alturas todos lo deben saber porque el asunto ha sido muy comentado en otros programas de la cadena. Es sospechoso que esa madrugada un 33 % de la audiencia estuviese pendiente de lo que allí acontecía, viendo cómo Yolanda Flores llamaba a los de seguridad para que les separasen. Tremendo.

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