fragmentos

Juan Ruesga / Navarro

Desde Baeza

ESTOY en Baeza, dando un curso en la Universidad Internacional de Andalucía. Siempre es una agradable experiencia pasear sus calles y plazas. Tomar el fresco en la alameda. Contemplar su caserío monumental y sentir el agradable pasar de las horas en alguno de sus patios, como el del palacio de Jabalquinto, sede de la Universidad, que nos acoge con sus trazas renacentistas y la luz del verano andaluz reflejada en sus piedras. Los recuerdos de la estancia en Baeza de Antonio Machado salen a nuestro encuentro por toda la ciudad, como sencillo pero duradero homenaje al poeta, ahora que se cumplen cien años de su llegada en el otoño de 1912. El instituto donde enseñaba. El aula donde impartía sus clases. El paseo extramuros que lleva su nombre, donde conoció la hondura del paisaje de Jaén. Tierras blancas y olivos oscuros. Montañas y lomas que se suceden unas a otras sin fin. ¿Que pensaría un sevillano de patios de limoneros, en esta ciudad sobria, de iglesias y catedrales como fortalezas?. "Lejos, los montes duermen / envueltos en la niebla, / niebla de otoño, maternal; descansan / las rudas moles de su ser de piedra / en esta tibia tarde de noviembre, / tarde piadosa, cárdena y violeta".

Poco a poco, los tiempos y los criterios de restauración han hecho que esta ciudad sea cada vez mas de arquitectura de piedra. Desde que vine por primera vez, hace ya años, casa a casa, los velos de cal se han ido retirando de sus fachadas y piedras y cantos lucen dorados, uniformando las texturas. Ahora el paisaje urbano del casco histórico de Baeza es más unitario, de una rara homogeneidad. Tranquila y sosegada. Si ahora se puede pasear por sus calles casi solitarias, ¿cómo serían los paseos de don Antonio? Sus versos nos contestan: "...tras las murallas viejas, / yo contemplo la tarde silenciosa, / a solas con mi sombra y con mi pena".

Tras el rastro del sevillano Machado, encuentro también el de Pablo de Olavide, uno de los exponentes de la Ilustración en nuestra tierra, gran asistente de Sevilla, que después de su forzado exilio por la Inquisición, regresa a España a pasar sus últimos días en Baeza. Y es enterrado en la iglesia parroquial de San Pablo el 28 de febrero de 1803 sin tiempo de contemplar cómo los españoles de su tiempo tenían que elegir entre ser ilustrados o patriotas. ¿Por qué tengo la sensación de que todavía hay que alinearse, de comprometerse en los conflictos, grandes o pequeños, de nuestro país y de nuestra Sevilla, en dos grupos que se miran con cierta desconfianza, como aquellos patriotas e ilustrados? Desde los modelos económicos de gobierno, hasta las decisiones de una actuación urbana, nos abren en dos. Nos separan. Y me produce inquietud. En estos días tranquilos en Baeza, leo sobre el pendiente dragado del río, los arreglos de Santa Catalina, el dinero que Puerta Triana puso para la pasarela sobre el Guadalquivir, en la idea del Ayuntamiento de seguir con los murales cerámicos en el muro de la calle Betis. Y recuerdo los versos: "...Sevilla sin sevillanos, la gran Sevilla". ¿Por qué escribiría esto Antonio Machado? ¿Qué piensan ustedes?

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