la esquina

José Aguilar

Baile de cuñados en el Museo de Cera

Ala efigie de Iñaki Urdangarín que forma parte de la Familia Real en el Museo de Cera de Madrid la van a trasladar a la sección de deportes del recinto. Le cambiarán el chaqué por ropa deportiva y lo pondrán junto al resto de la laureada selección española de balonmano de la que formaba parte cuando conoció a la infanta Cristina.

Operación retorno en el museo, pues. Vuelve a su destino previo al emparentamiento con el Rey de España, y precisamente por haber hecho un mal uso de ese parentesco. Un portavoz del pintoresco Museo de Cera confiesa que éste "vive siempre con la actualidad, vamos reponiendo las figuras en función de lo que pasa, de manera que van y vienen sin problemas".

Sin problemas para los responsables museísticos, se entiende, porque para los afectados se trata de un problemón: la metáfora cruel de la caída en desgracia tras una etapa de esplendor. Sic transit gloria mundi. Como los disidentes que desaparecían de las fotografías de la cúpula comunista conforme se enfrentaban a Stalin -en muchos casos, después de haber sido desaparecidos en sentido literal-, Iñaki Urdangarín ha sido apartado de la agenda oficial de la Familia Real y, a consecuencia de ello, será retirado del grupo escultórico que la representa en el museo y trasladado a una estancia secundaria, despojado del chaqué reglamentario de cena de gala en La Zarzuela y revestido del chándal de balonmanista.

No sé si dejarán hacerle la fotografía de la humillación: la de la carretilla en la que cargaron la figura de Jaime de Marichalar en cuanto se separó de la infanta Elena para conducirlo al burladero del simbólico ruedo de una plaza de toros en la que posan afamados matadores. De momento el destino de los concuñados es dispar. A Marichalar lo apearon también del burladero en cuanto su separación se convirtió en divorcio y lo llevaron al almacén, mientras que Urdangarín, que no ha dejado de ser el yerno del Rey, ni lo piensa dejar, continúa siendo miembro de la Familia Real, sólo que está castigado preventivamente a causa de sus negocios. Además, siempre conservará un lugar en su próxima ubicación dentro del Museo, en la sección deportiva, ya que la condición de medallista olímpico de balonmano no la va a perder por muy mal que le vaya en los tribunales y con su familia política. Ni siquiera el Museo de Cera tiene capacidad para cambiar la Historia. Lo que ganó con su esfuerzo y talento, por ser él mismo, nunca dejará de serle reconocido en cera.

En el peor de los casos, si los cuñados acaban coincidiendo en el almacén de los desterrados por la actualidad se librarán de la hoguera. El Museo de Cera no destruye una sola figura. Quizás por ahorrar, quizás por si alguna renace de las cenizas y recupera la gloria.

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