APARCAR el vértigo de la gran ciudad es ciertamente saludable. No es que uno tenga vocación de anacoreta, pero no está nada mal pasar un tiempo, no muy largo, donde me ha tocado este fin de semana. Obligadamente itinerante, La Ventana se abre de par en par y se da de cara con frío y con una parsimonia que nos choca a los procedentes de un núcleo más poblado, mucho más poblado, y que se mueve a unos ritmos distintos, sobre todo en comparación con los que motorizan la vida soriana. Soria tuvo su momento de gloria cuando consiguió enamorar a Antonio Machado, es la zona más despoblada de España y en cualquier pueblo se mueve el personal con más prisas que aquí. Zapatería, Caballeros, Postas, Real, Mayor, Plaza del Olivo... hasta el nomenclátor de su callejero tiene reminiscencias de otro tiempo que ya ni se recuerda, pero la verdad es que desintoxica pasar un par de días en Soria.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios