Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Banderas

Banderas, como el catalanísimo Serrat, será tildado de fascista; da risa si no fuera para echarse a temblar

No sin razón, se atribuye al mundillo del cine y el teatro español una pose y, quizá, una ideología de izquierdas, progresista, contestataria ante los abusos de la derecha y no digamos del PP, aunque este último desprecio, tan incondicional, es porque es quien gobierna. Las galas de los premios Goya o Max constituyen, de hecho y bastante al margen del cine o el teatro, uno de los principales indicadores políticos de la bipolaridad española (que con lo de Cataluña y su procés, ya es tripolar): si los ves y disfrutas en la tele, eres rojete y, lo dicho, progre; si los ves echando espumarajos de ira o, directamente, te niegas a verlos, eres fachilla. Ambos, rojete y fachilla, a mucha honra, faltaría más. Te repugna o admiras a Willy Toledo, dicho de otra manera.

Por eso cuando un artista rico y famoso comete la excentricidad -o sea, se sitúa fuera del centro de su grupo- de hablar como un español que defiende a la legalidad y al estado de derecho frente a la democracia consistente en hacer lo que desees y por las bravas, se queda uno no ya boquiabierto, sino agradecido: hay criterio propio más allá del oficial del rebaño. Hablamos, cómo no, del asunto catalán. Y hablamos de Antonio Banderas, un tipo simpático y educado, por el que yo no siento gran admiración como intérprete. Sí por su éxito profesional, primero aquí y luego en todo el mundo.

El guapo y madurito malagueño, al recibir el Premio Nacional de Cinematografía, ha dicho sin temor a resultar retrógrado o fan del autoritarismo aquel de Pep Guardiola que si se ejerce la autoridad sobre quien hace lo que le sale del forro desde el poder y la propaganda, bien hecho está ("¿Quién es culpable, el que comete la falta peligrosa o el árbitro que le saca tarjeta roja?"). Que cualquier proyecto colectivo no es democrático. "Se pueden plantear referéndums ridículos, como si eliminar o no a los que no son de nuestra raza". Y esto tiene chicha: hay gran cantidad de catalanes que no desean este embarque, que están en riesgo de ser eliminados civilmente, que están en desventaja ante la jaula de grillos -qué melón por calar, cuantísima biodiversidad- del independentismo. No cuentan con la citada propaganda, no saben si ir o no ir a votar. Están pillados por la entrepierna. Banderas, como el catalanísimo Serrat, será tildado de fascista; da risa si no fuera para echarse a temblar. El ex de Melanie afirma, en fin, que todo este asunto parece una peli de Berlanga. En efecto, una comedia de oscurísimo trasfondo. Gracias por disentir de la oficialidad de la farándula, paisano.

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