La ventana

Luis Carlos Peris

Bebiéndose la vida por la Alameda

DROMEDARIOS mal llamados camellos, magníficos dulces portugueses, quesos de todo tipo, embutidos variopintos, cacharritos, la Alameda como rompeolas para el divertimento de padres y de niños que abren los ojos como platos ante dicha explosión de colores, de olores, de vida. Un año más, la Navidad se explaya desde las columnas donde otean el horizonte Hércules y Julio César hasta la trilogía que forman Caracol, Pastora y Chicuelo y todo es de color, como un mundo aparte para el disfrute y la cosa. Esa Alameda que fue territorio prohibido en nuestras lejanísimas infancia y juventud se ha convertido en ágora lúdica que se viene aún más arriba bajo la banda sonora del villancico. Es una mezcla entre calle del infierno, mercadillo y peces en el río que beben, beben y no dejan de beber mientras la gente va y viene bebiéndose la Navidad, la vida.

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