JUSTIFICÓ el partido de los partidos las expectativas que lo rodearon y, además, alimentó el morbo el hecho de que los dos grandes astros lo polarizasen. Uno con sus goles y el otro con sus goles y con su fútbol, que este Messi no se conforma sólo con que lo abracen sino que no tiene el menor problema en ir a abrazar al compañero que atinó con las redes enemigas. Fue un partido brillante y caliente en el que el Barça fue superior pero notando excesivamente la ausencia de sus centrales. Afortunadamente, la calentura no llegó al hervor y respiró Del Bosque ante una concentración que me imagino le tendría sin sueño.

Fue la guinda para el pastel de una jornada que inauguraba un Sevilla ramplón y pusilánime en la capital de las Rías Bajas. Y es que si el Barça echó de menos a sus centrales en el gran día, el equipo de Míchel no se mantuvo en pie sin la parte central de su esqueleto. Lógico echar en falta tantas ausencias y la convicción de que hay futbolistas que devuelven con facilidad la camiseta de titular. Un borrón y un jarro de agua fría para los que seguimos creyendo en este Sevilla que Míchel había sincronizado y que cambió más de la cuenta con las sensibles bajas de sus centrocampistas. Esperemos que una golondrina no haga verano y que este traspié no engendre metástasis.

Y la noche del sábado nos trajo la buena nueva de que este Betis que no termina de encontrar Pepe Mel no sólo dormía en Champions, sino que vivirá ahí durante quince días. Ni más ni menos que quince días en la zona más noble se junta con la aparición en escena del que puede ser el portero que el Betis anda buscando desde que Doblas cayó en desgracia. No estaría mal que se encontrase una perla donde menos se buscaba y que Adrián se consolide para que la jornada se califique de redonda desde la óptica verdiblanca. Fue todo en una jornada donde el partido de los partidos eclipsó al resto, pero seguro que dirá el Betis que le quiten lo bailado.