ESTE fin de semana ya se ha visto por playas y lugares de esparcimientos varios a aficionados con camiseta del Betis y al dorso no el nombre de Emana o el de Joaquín, que todavía los hay con el nombre del portuense a la espalda, sino el de la juez Mercedes Alaya. M. Alaya serigrafiado al dorso en justa correspondencia a la labor que está realizando ella en pos de la regeneración del muy maltratado, cautivo y desarmado Real Betis Balompié. Y cuando lee uno cómo reacciona el innombrable, imagino que mediante sus abogados, más nos reafirmamos en que nadie está haciendo por el Betis lo que está haciendo su señoría.

Calificar a Gordillo de simple futbolista retirado, además de lego en leyes y economía, es ver las cosas desde un prisma tan simplista como mezquino. Como si al utilizar la figura de Gordillo se fuese buscando a un probo funcionario, como si la juez no supiese que lo que el beticismo necesita en estas horas tan turbulentas es alguien que aglutine y que sea discutido por el menor número posible de béticos. También causa estupor que el susodicho diga que la juez está dando un lamentable espectáculo. En este caso sería un lamentable espectáculo más después del que se está dando en el Betis desde que dicho personaje hizo y deshizo tan a su antojo.

Oliver también habla, habla y habla sin saberse a ciencia cierta en calidad de qué. Cuentan y no acaban de cómo la noche del Atlético de Madrid, el antepalco parecía el camarote de los hermanos Marx en un día de fiesta, por lo que mejor pronto que tarde para darle la boleta a este ciudadano y que el club pase a manos de béticos. También Oliver se congratula del último informe de la Benemérita, pero, con el debido respeto, no parece que dicha investigación haya sido la más acertada que el instituto armado realizó desde que el Duque de Ahumada lo fundó. Lo cierto es que pasan los días y que el Betis sigue okupado de forma poco recomendable. ¿Hasta cuándo?