HAY una veterana peña en Sevilla, Los Montoya, que desde el Domingo de Ramos se citan en la Bodeguita Virgen de los Reyes. Allí se aposentan hasta el Viernes Santo. En la Bodega, como los duelos, reciben y despiden. Todos sabemos que están allí, y allí vamos a verlos y a ver pasar cofradías. Los Contreras van al balcón de Robles y Los Montoya van a la bodega.

Esta bodega, que no taberna, es un pub inglés al sevillano modo. Está en la calle Arfe, enfrente de la recova, entre la barbería y el taller de motos, frente a la tienda de ultramarinos El Reloj que es el Fortnum & Mason del Arenal.

Allí está la Bodega. Parada en el tiempo. Con un cartel de Hay Mosto Nuevo y otro de Hay Mecheros; con sus ocho bocoyes de vino y la garrafa de cristal verde (botella) con su goma para hacer los trasiegos. Con el serrín en el suelo, con su urinario. Con su columna llena de anotaciones en clave, de quien debe una convidá o se le olvidó pagar. Con la tiza pegada a la oreja del camarero. Esa tiza antigua, cuadrada, que se va redondeando en la punta de tanto mojarla en charquito de vino o cerveza que siempre hay en las barras de madera de las bodegas. Con los camareros que están pegados a la tiza, con sus manos enrojecidas de miles de vasos lavados y esos zapatos ensanchados de tantas horas de pie…

Tabernero largo, tabernero serio, la vista en la barra, maestro en tu gremio, reza el cartel que los amigos le dedican al maestro, por tantos buenos ratos pasados mientras mirábamos el cartel de hay pringá casera, la caja de papas fritas de Los Rosales, o el expositor con los berberechos, la mechada en papel albal y la lata de mejillones en escabeche de Izquierdo. Y allí compartimos la caña con esos clientes de copa corta y mirada larga, que te aclaran que en marzo ya no es mosto, ya es vino… y que tal como vino, me lo bebí y eso, que quería olvidar, lo retuve para siempre…

Bodega Virgen de los Reyes, la del niño con zapatos de plata y cara de guasa. Donde Los Montoya tienen su palquillo de toma de horas y altramuces en Semana Santa.