LOS arqueólogos del mañana escrutarán por qué los terrenos rellenados con albero en parques y descampados de Sevilla incorporan tantos fragmentos de vidrio. Los manuales clásicos no indican que para la compactación de la brillante roca caliza de Los Alcores, allí donde fuera esparcida, estuviera prescrito añadirle cristalitos machacados. La basura es fuente de sabiduría para apuntalar las pesquisas sobre civilizaciones remotas, como bien saben quienes han estudiado el santuario tartésico de El Carambolo. Quienes hallen restos de plástico poco biodegradable, y lo relacionen con el sustrato puntiagudo, irán atando cabos sobre una época en la que había pandillas juveniles que se divertían libando alcohol y estrellando las botellas vacías para señalizar el territorio nocturno de sus andanzas. Funesto colofón de literal ruptura de las formas.

Antropólogos e historiadores echarán una mano a los arqueólogos para averiguar cómo soportaba la población mayormente diurna encontrarse hechos unos zorros sus enclaves de esparcimiento. Incluso el entorno de las zonas infantiles de columpios, donde la inocencia se desparrama sin pensar en toparse con rincones cortantes.

Bodegón de parque vidrioso es un género a tener en cuenta para los próximos concursos de pintura al aire libre. Los restos de la botellona dan hecha la composición, junto a muros, farolas, bancos, parterres... A veces están mezclados con sobras de las personas que malviven en el submundo de los sin techo. Elija usted enfoque y estilo: hiperrealismo, costumbrismo, abstracción pospictórica, figuración puntillosa, naturaleza muerta. El arte contemporáneo de ribetes profesionales, o los aficionados sin vocación de adscribirse a una tendencia, han de proyectar sobre el lienzo el hálito de paisaje moral, de retrato sin figuras, que encarnan las montoneras a nuestros pies por mor de la aversión que sus artífices le tienen a las papeleras y los contenedores, esos artefactos represores del libérrimo instinto de la destrucción.