FERNANDO FACES

'Brexit': emoción contra razón

Para los partidarios de irse las razones económicas son secundarias: son nostálgicos del pasado, ciudadanos de una isla-nación jamás invadida, que ven cercenada su identidad

EL día 23 de junio los ciudadanos ingleses decidirán en referéndum sobre su permanencia en la Unión Europea (UE). Un acontecimiento histórico que ha desatado una tormenta en los mercados financieros. El miedo y la incertidumbre ante un acontecimiento que podría poner en riesgo el proyecto europeo se han instalado los mercados financieros, en un momento inoportuno, en el que la desaceleración económica global, la incertidumbre sobre China y el temor a la subida de los tipos de interés de la Reserva Federal de EEUU amenazan la recuperación mundial. El resultado es muy incierto. En el debate se enfrentan los sentimientos y las emociones a las razones económicas. La nostalgia del imperio perdido, el temor a la pérdida de independencia y soberanía, el miedo ante el terrorismo y la ola migratoria de refugiados, son los sentimientos que invaden a parte del partido conservador en su defensa de la salida de Europa. La clase trabajadora menos cualificada y la clase media baja, los que más han sufrido en la crisis, culpan a Bruselas por su permisividad e indolencia ante los movimientos migratorios de refugiados que han hundido sus salarios y mermado sus posibilidades de trabajo. Como está ocurriendo en el resto de Europa y en EEUU, la renacionalización, el egoísmo local, la insolidaridad, la eurofóbia y el populismo se imponen en el electorado de más edad, de menos formación e información y de salarios más bajos. Es el fruto amargo de una profunda crisis económica, del aumento de las desigualdades, y de los abusos y el distanciamiento de las élites europeas.

Para los ciudadanos ingleses partidarios del Brexit Europa está lastrando su futuro. El excesivo intervencionismo, la excesiva burocracia, la falta de control sobre las decisiones políticas, el déficit democrático de sus instituciones y el predominio de los intereses de las élites sobre los de los ciudadanos, atentan contra sus principios de libertad, soberanía e independencia, libre iniciativa e igualdad de oportunidades, comprometiendo su futuro. Son ciudadanos nostálgicos del pasado, ciudadanos de una isla-nación, que jamás fue invadida, cuyas señas de identidad son la libertad y la independencia, ahora cercenadas por la burocracia, la intromisión y el intervencionismo de Bruselas. Para ellos las razones económicas son secundarias.

Las razones económicas

Frente a ellos el partido laborista y el liberal, parte del partido conservador, los ciudadanos más jóvenes y más informados, los universitarios, los profesionales , la clase media alta, los empresarios y los banqueros, defienden la permanencia de Inglaterra en la UE. Sus razones son económicas. El consenso del FMI y de todos los organismos internacionales, de las universidades, del Banco de Inglaterra, de los servicios de estudios de los bancos globales, del propio gobierno, es contundente: el Brexit sería catastrófico tanto para el Reino Unido como para la UE, y pude ser el catalizador de una nueva fase de la recesión global. Inglaterra sería la más perjudicada. Su PIB podría reducirse entre el 6% y el 9,5% . Las razones que motivan a los partidarios de la permanencia no son la paz, ni la solidaridad, ni la construcción de una Europa unida y fuerte en un mundo global. Éstos fueron los motivos de los fundadores de la Unión Europea, hoy olvidados. A Inglaterra le interesa fundamentalmente disfrutar de los beneficios del Mercado Único Europeo, sin que su soberanía se vea condicionada por las políticas monetarias, financieras, fiscales y sociales comunitarias. Su situación dentro de la UE ha sido, desde su origen, excepcional: política monetaria, fiscal y social independientes, "cheque verde", etcétera. Nunca le ha interesado avanzar hacia la unión política, ni asumir niveles crecientes de integración. Siempre ha estado en contra de que las leyes de la UE prevalezcan sobre las de la nación. A Inglaterra sólo le interesa la Europa de los mercaderes. Una Europa abierta, competitiva, innovadora y dinámica, pero sin compromisos ni limitaciones a su soberanía. Prefiere los pactos intergubernamentales a nuevos tratados comunitarios que limiten su soberanía. El Reino Unido siempre será una rémora para el avance en la integración política de Europa. Pero tampoco quiere estar fuera del proyecto europeo.

Los partidarios de la permanencia dentro de la UE son conscientes de los perjuicios comerciales, financieros y fiscales que implicaría su salida. La confianza económica de los merados se reduciría y la libra se desplomaría. Las exportaciones a Europa se hundirían (44,6% de las exportaciones totales) y aumentaría alarmantemente el déficit comercial del 3,9% del PIB que mantiene con la UE. A cambio disfrutaría de una mayor desregulación en sus mercados y una mayor competitividad. El impacto financiero sería muy importante. La inversión directa de la UE en el Reino Unido supone el 46% del total de la in versión que recibe Inglaterra. Los flujos de fondos se dirigirían hacia otras plazas europeas. La City de Londres, como centro de operaciones mundiales se vería en peligro. El 46% del negocio bancario británico está en manos de bancos extranjeros, de los cuales el 67% son bancos no europeos. La huida de bancos y multinacionales pondría en peligro a la City como plataforma de entrada y salida de flujos financieros hacia Europa.

Inglaterra aporta entre 6.300 y 7.000 millones de euros al presupuesto de la UE, un 0,5% del PIB británico, siendo el segundo mayor contribuidor neto Su salida implicaría mayores contribuciones de Alemania, Francia, Italia y España. La salida de la Unión Europea permitiría a Inglaterra controlar los flujos migratorios, aunque esto dependerá del tipo de acuerdo que negocie con la UE. Un acuerdo como el de Noruega o Suiza le obligaría a los principios de libre circulación de personas y bienes. No obstante, conviene recordar que los inmigrantes comunitarios contribuyeron al erario británico en 20.000 millones de euros entre 2000 y 2011.

El impacto político

A medio y largo plazo el mayor impacto sobre Inglaterra y la UE seria el político. La salida del Reino Unido podría poner en peligro el proyecto de integración europeo. El efecto contagio seria el mayor riesgo. Otros países europeos podrían intentar lo mismo, sobre todo si Inglaterra consigue un acuerdo que le permita disfrutar de Mercado Único sin las ataduras de las políticas de la UE. Otro efecto político importante es el desequilibrio en la gobernanza y el liderazgo al romperse el equilibrio de poderes en entre Alemania, Francia e Inglaterra. La pérdida de un miembro de corte liberal como Inglaterra acentuaría el sesgo regulatorio e intervencionista de la Unión. La UE perdería también poder militar y diplomático en el contexto internacional.

España sería uno de los países más perjudicados por el Brexit. El superávit comercial de España con Inglaterra es superior al 1% del PIB, siendo el quinto destino más importante de nuestras exportaciones. Para España el turismo inglés es el primero de Europa. Inglaterra es el principal destino de nuestra inversión exterior, el 14% de la inversión directa española. España está muy expuesta al sector bancario británico a través del Banco Santander, con un 29,5% de sus activos y un 30% de sus beneficios y del Banco Sabadell. Las entidades de crédito españolas tienen derechos de crédito sobre el sector no financiero británico por un valor superior a 400.000 millones de euros, solo superado por Alemania y EEUU. La presencia de empresas del Íbex es muy importante.

Ante este potencial y catastrófico escenario es de esperar que impere el sentido común, y que el día 23 la razón se imponga a los sentimientos. Reflexión que también debemos hacer los ciudadanos españoles ante las próximas elecciones generales.

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