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ALFREDO di Stéfano se le atribuyen muchas anécdotas y frases célebres aunque, como suele suceder con estos devocionarios públicos, muchas de ellas son apócrifas, es decir, falsas cual Judas de plástico. Quizá la más famosa es: "Marcar goles es como hacer el amor: todo el mundo sabe cómo se hace, pero nadie lo hace como yo". Lamentablemente, los escasos goles que de él hay grabados no dan para tanto ruido, y más bien aconsejarían que acudiera a un Medical Centre de ésos que tratan la precocidad caprina y la letal flacidez: la Saeta rubia metería buenos goles y más cosas, pero los que quedaron registrados no son canon de nada. Otra frase suya menos conocida sí tiene más enjundia (y menos lobos): "A quien saca pecho, se lo parten". En cierto modo, eso es lo que le ha pasado a nuestro país. Crecíamos con fulgor y firmeza -así nos parecía, al menos-, e incluso presumíamos oficialmente de sobrepasar a Italia y de echar el aliento a Francia en el cogote, además de permitirse nuestras empresas gestionar los aeropuertos británicos o comprar algunos de sus bancos señeros. Demasiado para Europa (y las Islas), que ahora nos parte el pecho que sacábamos.

Por eso, últimamente la prensa europea pone a nuestra economía de vuelta y media, y a nuestro futuro inmediato vestido de gris plomizo. Si, como se ha comentado ya en esta sección sobre prensa extranjera, The Economist nos ha llamado "el enfermo de Europa" y a nuestro modelo "insostenible" (un día antes de la presentación en sociedad del anteproyecto de ley multipropósito de Zapatero, la Ley de Economía Sostenible), esta semana otros medios globales, pero de origen estadounidense, nos atizan sin piedad. El Wall Street Journal del magnate australiano Rupert Murdoch también tiene el mal gusto de mentarnos la salud, y publicaba el pasado lunes "La enfermedad crónica de España". Firmado por un consultor -¡cuidado!- llamado Irwin Stelzer, este oportuno gurú afirma en esa pieza que aquí estamos muy cómodos en el paro: casi el 20% de la población activa está en la gloria subsidiada, viene a decir. A Aznar y sus gobiernos los libra de culpa alguna, no en vano Stelzer se nutre de la información de un experto de FAES, la fundación y think-tank del ex presidente. El silogismo trapero de este sabio remoto es fácil: "Al tener prestación por desempleo, no tenemos incentivos para trabajar, y no lo hacemos". El dibujo de la indolencia y el marasmo hispánicos se completa con una alusión a nuestro natural pícaro: la economía sumergida es el 20% de nuestra economía, según le dicen a don Irwin (y será verdad, porque, si no, no estarían las calles tan tranquilas). Buena cara, lo que se dice buena cara, no debemos de tener.

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