Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Buena suerte, señor Obama

OIGO en la radio una frase que atribuyen a Lyndon B. Johnson, presidente de los Estados Unidos entre 1963 y 1969: "Lo difícil no es hacer lo acertado, sino saber qué es lo acertado". Ese será el problema de Obama a partir del 20 de enero. Lo es desde ahora mismo, sin esperar a la toma de posesión. De hecho, la cumbre del día 15 en Washington, para reformar el sistema económico y financiero mundial, en la que porfía por estar presente Zapatero, es ridículo que la convoque el presidente saliente. Bush deja la institución que ha presidido durante ocho años en unos niveles de descrédito inéditos. No ha sabido qué era lo acertado ni antes ni después del ataque a las Torres Gemelas en 2001; no ha sido capaz de interpretar el momento histórico que le ha tocado vivir. Con el ejército más poderoso de la tierra, consideró muy molesto atender la opinión de sus aliados ante un conflicto de la trascendencia de Iraq. En su encuentro del rancho de Crawford en vísperas de la guerra, el presidente Aznar le insistía en la necesidad de una resolución de la ONU antes atacar Iraq y apostillaba: "Lo único que me preocupa de ti es tu optimismo". Yo no lo llamaría optimista, la verdad.

Bob Woodward, uno de los periodistas que destapó el caso Watergate, que costó la presidencia en 1973 a Richard Nixon, escribió un libro sobre los cien días que siguieron al ataque a las Torres Gemelas en 2001. Se llama Bush en guerra (Península) y es un relato autorizado, basado en las confidencias de los principales dirigentes americanos, incluido el propio presidente. Ahí queda claro que desde el minuto cero del ataque terrorista, Bush, el vicepresidente Cheney y el secretario de Defensa Rumsfeld querían atacar Iraq antes que Afganistán. Hay quien lo ha llamado "la causa justa, la guerra equivocada". Aquel ataque contra Sadam Hussein lo paró Colin Powell, con la complicidad de Condoleezza Rice, al amenazar con su dimisión. En realidad, lo retrasó año y medio.

Bush deja dos guerras, la mayor crisis económica y financiera en ochenta años, un país que se caracteriza por su optimismo sumido en la depresión, con unas relaciones precarias con alguno de sus aliados en la OTAN, después de definir a sus críticos como la vieja (y caduca) Europa. El presidente saliente nos deja igual de podrido que como lo encontró el conflicto de Oriente Medio. Las primeras decepciones de Obama las encontraremos en este campo: sus declaraciones de junio, para contentar al lobby judío, sobre que Jerusalén debe ser la capital única en indivisible del Estado de Israel, contra toda lógica histórica y toda justicia, no dan mucho lugar a la esperanza.

En fin, en unos y otros asuntos, a Obama le toca ahora saber en cada momento qué es lo acertado. Le deseo buena suerte, por la cuenta que nos trae. De momento, apuesto a que hoy suben las Bolsas.

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