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carlos / colón

Buscando el cuerpo de Marta

SALVAJES del siglo XXI, terminaba ayer tras escribir sobre el horrendo tema de los hijos asesinados por sus padres. Salvajes del siglo XXI, podría empezar hoy al difundirse las nuevas noticias sobre el asesinato de Marta de Castillo. Porque asesinatos ha habido siempre y siempre los habrá, desde el de Caín hasta el último que se cometa un instante antes del fin de los tiempos. Pero otras plagas recientes nos indican que verdaderamente algo va mal, muy mal, entre nosotros. Súmese a los infanticidios cometidos, monstruosamente, por los propios padres, la grabación de material pornográfico hecho y protagonizado por menores y después difundido a través de internet. Súmese la grabación y difusión a través de las redes de la violación de menores perpetrada por otros menores. Y súmese el asesinato de menores o adolescentes cometidos por otros menores o adolescentes.

Es el caso de la infortunada Marta del Castillo cuyo cuerpo, según reveló ayer este periódico, podría haber sido enterrado en una finca ubicada en el término municipal de La Rinconada según las nuevas declaraciones de su asesino. Hasta seis versiones de los hechos ha dado este individuo, excediendo el derecho de defensa ya que según el Tribunal Supremo para protegerse le "bastaba con guardar silencio o negarse a contestar". En vez de callarse para no auto inculparse, Carcaño ha torturado a la familia de Marta, multiplicando su angustia y su dolor, y ha obligado al despilfarro de esfuerzos policiales y caudales públicos indicando falsos paraderos del cuerpo.

Saldrá de la cárcel en 2030, dentro de 17 años. En este país la cadena perpetua, aún con el atenuante de revisión de la pena, se considera una práctica vengativa que hace imposible la reinserción. Quien tras asesinar a una chiquilla se comporta tan fríamente, no muestra arrepentimiento y juega con el dolor de los padres de su víctima es difícilmente reinsertable. Y aun si fuera posible su reinserción, en determinados casos la sociedad debería tener derecho legal a negársela (como en el caso de los terroristas, violadores de menores o infanticidas). Pero ya saben lo que conlleva afirmar esto: ser considerado un fascistón por quienes se lavan su buena conciencia progresista con la sangre y las lágrimas de otros. En el Reino Unido existe la cadena perpetua. Nos gana en un par de siglos de democracia. Pero nosotros, por lo visto, somos más y mejores demócratas que ellos.

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