EL estudio de Movilidad Laboral Internacional difundido ayer por al empresa de recursos humanos Randstad ofrece una perspectiva interesante acerca del cambio de mentalidad que se está produciendo en la sociedad española sobre los problemas del empleo en la economía globalizada. El 62% de los parados españoles estarían dispuestos a cambiar de país para encontrar un puesto de trabajo y el porcentaje se sitúa en el 38% entre los que actualmente disponen de un empleo. Los grupos de edad con más disposición a emigrar por esta motivación laboral son, como era lógico esperar, los comprendidos entre 25 y 34 años, seguidos de los mayores de 18 y menores de 25. Por comunidades autónomas, destacan los navarros, de los que un 70% se declara dispuesto a salir de España en busca de un empleo, y a continuación se sitúan los andaluces, con un 56%. Se trata, en este último caso, de un porcentaje muy notable, que viene a arrumbar la idea de que los trabajadores andaluces prefieren permanecer en su tierra aunque sea sin empleo que emigrar a un país extranjero en el que las posibilidades de una vida profesional normalizada son más abundantes. A este cambio contribuye, sin duda, la agobiante situación económica que padece nuestra comunidad autónoma, con unos indicadores de paro que la sitúan en cabeza del ranking nacional, pero también es indicativo de que los ciudadanos andaluces están saliendo de la pasividad y el conservadurismo que se les atribuye en materia de empleo. Se trata, en todo caso, de una puesta al día psicológica que no dejará de generar un efecto benéfico en la sociedad andaluza. Hay que tener en cuenta que el desarraigo que acompaña a los fenómenos de emigración profesional se ha suavizado de manera palmaria gracias a las mejoras del transporte y la comunicación y a la universalización de la economía, que obliga a los trabajadores a acudir allí donde se les demanda y a dejar de considerar como un obstáculo insalvable el lugar de residencia personal o familiar. El trabajo, allí donde lo haya.