Desde el fénix

José Ramón Del Río

Cajas de ahorros

ESTAS viejas y - al decir de algunos- anacrónicas, instituciones financieras, que se fusionaron con otras, aún más antiguas, como eran los Montes de Piedad, están hoy de actualidad. Y lo están, no por haber conseguido un logro más de su espléndida ejecutoria, sino porque la sucesión en la presidencia de la Caja de Madrid -que es la cuarta institución financiera del país- ha desencadenado una batalla política entre la presidenta de la comunidad autónoma, que tiene su candidato, y el alcalde de la capital, que ha convencido a la dirección nacional del PP y, más concretamente, a su presidente, que debe proponer a su propio candidato, para no dejar en manos de aquella un poder financiero tan importante, que robustecería su poder político, que tiene como meta, al parecer, ser candidata -y ganar- las próximas elecciones generales.

Como en el siglo pasado estuve ligado, durante doce años, al mundo de las cajas (5 años de vicepresidente y 7 de presidente de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Cádiz, e incluso, fui consejero de la Confederación de Cajas), me interesa cuanto en ellas sucede, porque les dediqué mucho tiempo y trabajo en los cargos que desempeñé, sin retribución alguna, salvo las dietas de 25 ó 50 pesetas, por la asistencia a los Comités Ejecutivos y Consejos.

Ahora no hay medio de comunicación que no critique la lucha de los políticos por el control de la Caja de Madrid y muchos de estos medios censuran con acritud al PP por el intento de politizar las cajas. En esta censura tienen toda la razón, pero debieran recordar que no fue el PP, sino el PSOE, el que comenzó la tarea. No he visto ninguna referencia en los medios a la lucha por el poder en una caja sevillana, protagonizada por el PSOE, que tenía espías incluidos o, al menos, denuncias de haberlos habido; tampoco hay referencia alguna a la Caja de Castilla-La Mancha, en la que unos políticos gestionaron tan mal que la llevaron a la bancarrota. Antes las cajas eran de sus clientes y la gestionaban, a nivel de consejos, representantes de aquéllos y de sus empleados. Cuando en 1983, el PSOE llega al poder, se encuentra con estas instituciones, que no tenían dueño y sí dinero, que se regían por la voluntad de su fundador, y ven en ellas un bocado más que apetecible y, de acuerdo con los sindicatos, les nombran un presidente político, por supuesto de sus filas, y unos consejeros también políticos o sindicales, cuyos conocimientos financieros estaban por demostrar, en la mayoría de los casos.

Son, pues, aquellos polvos, los que hoy traen esos lodos. Hoy ser consejero -por ejemplo, de la Caja de Madrid- es una bicoca, que en esta caja, como en todas, se aprovecha para premiar lealtades. Y así va la cosa.

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