CUANDO la Unión Soviética estaba en su apogeo, el paro no existía en su población y la primera vez que fui a Moscú me quedó claro por qué no había un solo parado. Por ejemplo, al entrar en el hotel, un mozo te ayudaba a quitarte el abrigo, otro lo cepillaba y un tercero lo colgaba. No podía haber paro cuando para una tarea había tres operarios y recuerdo aquello porque con la magnanimidad de Zapatero veo prácticas muy parecidas a las del Moscú soviético. Esos dineros que el principal inquilino de la Moncloa ha repartido entre los ayuntamientos para paliar el paro tienen mucho de aquello y las ciudades están patas arriba, llenas de calicatas que se abren, se cierran se vuelven a abrir y así en este plan. No sé cuántas veces han reabierto la calle Cardenal Spínola, o San Vicente o tantas otras para no se sabe qué, ora se ensancha la acera, ora se estrecha... Es como lo de los múltiples mozos de hotel moscovita.
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