La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Callada belleza azul y plata

Se comprendía que tan callada belleza azul y plata inspirara a Carmen Laffón el mejor cartel de Semana Santa

Hoy, una semana después de que acabara mi Semana Santa allá por la Resolana, evoco las dos cosas más hermosas que he visto este año y se me han quedado grabadas para siempre en la memoria. Sobre una ya escribí: el palio de la Esperanza arriado en la calle ancha de la Feria camino de la Correduría, visto por ese otro frente que gracias a Juan Manuel es su trasera: columna de fuego, resplandor oro verde manzana, luz alumbrando todas las madrugadas y oscuridades de la vida. Y después "¡cielo!", ascensión, redoble, golpe de platillo, música y el sol de la Macarena haciendo de la noche día camino de la Alameda.

La otra no la vi durante la Semana Santa, sino el Lunes de Pascua; y no en la calle, sino en un iglesia. Eran las seis de la tarde en San Nicolás. Una luz discreta se crecía en el blanco de los muros, se amansaba en el oro viejo de los altares dieciochescos y se entibiaba en el rojo de las columnas de mármol de Génova que crean el hermoso laberinto de las cinco naves. Entre dos de ellas, en un claroscuro azul y plata, el palio de la Candelaria. Posadas sobre los varales las tórtolas que evocan las que José y María llevaron al Templo cuando se cumplieron los cuarenta días de purificación tras el parto y, conforme a la ley de Moisés, fueron a Jerusalén para presentar el niño al Señor. Quietas las elegantes y graciosas -sólo Juan Manuel podía lograr esta conjunción- caídas del palio. Sin aliento los respiraderos. Plata ensimismada la delicada Virgen del Subterráneo de la entrecalle. Intuido el manto espléndido que hiciera la fama del fundador de Casa Rodríguez. Y tras la candelería gastada, la Virgen cuyo tan humano rostro, se dice, inspiró el de la hermosa hija del dueño de una taberna del barrio a la que el imaginero pretendía.

Viendo tan callada belleza azul y plata emergiendo de la penumbra blanca, roja y dorada -cal, mármol, retablos- se comprendía que el frontal de este palio inspirara a su vecina Carmen Laffón el que, junto al macareno de Juan Miguel Sánchez de 1931, es el mejor cartel de la Semana Santa de Sevilla. Estar allí, contemplando largamente el palio en el quieto silencio de la iglesia, era habitar un recuerdo, revivir un Martes Santo idealizado. No provocaba la melancolía de la desarmá, sino esa dulce y calma serenidad que la belleza siempre procura.

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