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El poliedro

¿Cambio demodelo, ar?

No hay experto que evite afirmar que hay que "cambiar de modelo". El problema es cómo... y cuándo.

ESTA ha sido la semana de la puesta de largo del nuevo asunto económico crucial: el "cambio de modelo", el nuevo santo grial de la política económica, ese cáliz místico que obrará el milagro, al que debemos perseguir con nuestra sangre, sudor y lágrimas. Todos hablamos del cambio de modelo, todos abjuramos de la construcción residencial, todos hablamos de la innovación y la investigación y la tecnología y la educación y la productividad y la competitividad... pero hay una gran carga de bla-bla-bla en todo esto. ¿Vamos a cambiar la estructura sectorial de nuestros territorios a corto plazo, un diez por ciento de construcción transmutado en industrial o tecnológico, una pizca de servicios de alto valor añadido por aquí, una integración vertical por allá, unos clusters dinamizadores por acullá, todo ello de repente? ¿Quién lo va a hacer, a corto y a largo plazo; el Gobierno de turno, acuciado por los pactos y las elecciones? ¿Vamos a convertirnos en pocos años un país exportador, cosa que, en caso de serlo, hemos sido desde siempre muy pobremente? ¿Existirá armonización autonómica en la política económica, en este desquiciado país en el cualquier proyecto del presidente estatal recibe al día siguiente un descuento regional, por no hablar de un galimatías jurisdiccional que es ya crónico? A todas esas preguntas -capciosas, sin duda- hay que responder "No".

El Gobierno fomenta, distribuye fondos europeos, avala o da árnica a la banca, compromete unos millones de euros para ordenadores a niños de primaria o para dar calor a la automoción, carga de deuda a las generaciones futuras, sube o baja este impuesto o aquél, riega localmente el empleo con planes de estímulo que gestionan los ayuntamientos... hace lo que puede, mejor o peor. El Gobierno influye en el panorama sectorial y en la configuración del modelo productivo -una expresión tantos años en desuso-, pero no cambia la forma en que se estructura la economía: qué porcentaje del PIB tiene origen en la industria, en construcción, en el sector primario o en el omnipotente sector servicios. Olvidémonos un rato al menos, y dejemos de usar el nombre del cambio de modelo en vano. El Gobierno no es el diseñador de la economía, y mucho menos su demiurgo, el principio activo del mundo económico. Debe hacer lo que puede hacer, y no vender tanto humo. El presidente del Banco Pastor baja la bola al piso: "Se confunden los deseos con la realidad. El cambio de modelo productivo se construye desde abajo (...) a través de la educación (...) no se improvisa". Lo clava Mosquera, que así se llama el banquero. Apaguemos los fuegos, controlemos la turbación general... y preparémonos para el futuro practicando el arte de lo posible, es decir, la política.

Es sencillamente insensato seguir al corifeo de moda: "construcción, vade retro". El genio de la lámpara está de vacaciones, o en el paro. No se fomenta el uso eficaz y eficiente de la tecnología con el reparto de un portátil por niño de quinto, sin hacer distingos entre los niveles de renta de sus padres ni hacer consideración de las medidas autonómicas para lo mismo (el Gran Follón). El cambio de modelo tendrá como materia prima a los niños y jóvenes, y en este sentido el proyecto del ministro Gabilondo es positivo, pero está cogido con poquísimos alfileres. Los anuncios del Debate sobre el estado de la Nación son en buena parte fuegos de artificio, y su combate parlamentario, una pelea de perros, ruidosa pero incruenta.

El Gobierno tiene ante sí la tarea de decidir si sube los impuestos (como ha defendido, de forma previsible, Toxo, de CCOO), o si los contiene e incluso baja, en el caso del de Sociedades (como, también previsiblemente, reclama la patronal). Abaratar el despido o aguantar el tirón. Tiene en su mano seguir apuntalando con pólvora del Rey una banca que está abocada a la contracción del número de entidades y oficinas. Puede distribuir el maná europeo de I+D+I, deseablemente con proyectos útiles. Pero no cambiará el modelo, aunque el presidente afirme, en su hinchazón, que sí.

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