La campana

José / Joaquín / León

Cambios de orden... y días

NO se ha prestado suficiente atención a la conferencia del presidente del Consejo General de Hermandades y Cofradías, Adolfo Arenas, en el Foro de la Fundación Antares. En su intervención, que tuvo lugar el pasado 19 de febrero, trató sobre el futuro de la Semana Santa. Una visión que no es anecdótica, porque no es la del pitoniso Pito, ni la de un capillita novato jarto de tinto en una tertulia con pescaíto bien regado, sino la de un cofrade experto, con influencia y capacidad de decisión, porque es el actual presidente del Consejo.

Lo que más se ha destacado de cuanto dijo Arenas es su referencia a las cofradías de la periferia. Según el presidente, tienen mucho más que hacer en sus barrios que en la Catedral. O resumido de otro modo, que vamos a cerrar el grifo de la nómina. Pero esto entra dentro de lo lógico y hasta lo normal, como se sabe en Torreblanca, pongamos por ejemplo. Sin embargo, entre lo que dijo Arenas y ha pasado casi desapercibido hay algo significativo: "Seremos testigos de cambios de día y de orden en la nómina, porque los ha habido a lo largo de la historia". Y añadió: "Se producirán porque las concordias están a la vuelta de la esquina". Esto dicho así suena un poco a Nostradamus, pero encubre una declaración de intenciones. El presidente del Consejo está dispuesto a patrocinar no sólo cambios de orden, que ya se están lanzando los globos sondas, sino incluso permutas de día, mediante concordias, que son palabras mayores.

Es cierto que cambios de orden ha habido muchos hasta fecha reciente. En el Miércoles Santo, por ejemplo, cambiaban casi todos los años, hasta que se consolidó el orden actual, que no se basa en la antigüedad. También en el Martes Santo siguen en pie los intentos cíclicos de modificarlo. Se han incorporado nuevas cofradías, que obligan a ajustes de horarios e itinerarios. Pero cambios de día no se ha permitido ninguno desde hace 30 años. El último fue el de Jesús Despojado, que se incorporó al Domingo de Ramos en 1978, tras su reorganización en San Bartolomé, de donde salió el Sábado Santo desde 1975 a 1977. Éste fue el único cambio de día desde la reforma litúrgica de 1956, cuando Trinidad, Santo Entierro y Soledad pasaron al Sábado Santo. Los anteriores cambios de jornada se pueden considerar ya casi prehistóricos.

En los últimos años no ha habido apenas rumores de intentos de mudanza. Si acaso la posibilidad de que Vera Cruz volviera al Jueves Santo, como en sus tiempos históricos, antes de la refundación de posguerra que la llevó al Lunes Santo. Sería un cambio que no estoy nada seguro de que les interese, y que no se ha planteado más allá de especulaciones.

Cambiar de día es una decisión que no se puede improvisar, y que no se debe basar sólo en una mayor comodidad para los horarios e itinerarios. Pero que el presidente del Consejo considere esta opción de permutas como factible demuestra que algo se mueve en San Gregorio, y no sólo el posible cambio de sede.

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