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LA selección española de fútbol acabó anoche definitivamente con todos sus fantasmas históricos al proclamarse, al cabo de 44 años, campeona de Europa. El triunfo tiene los valores añadidos de la entidad del rival en la final, Alemania -uno de los combinados más laureados de la historia del fútbol-, y del juego desplegado por el equipo nacional, cuya segunda parte ante Rusia permanecerá en los anales como una obra de arte deportiva. Reza el adagio que las victorias son de todos y las derrotas, huérfanas. Por eso, en la hora de la gloria debe hacerse justicia a Luis Aragonés, quien contra viento y marea ha logrado la clave del éxito: convertir una variopinta selección de estrellas de distintos clubes en un auténtico equipo nacional, unido y cohesionado, sin divismos y donde todos han antepuesto el triunfo colectivo al lucimiento personal. Recuérdese que hasta que prácticamente no se aseguró la clasificación para la fase final de la Eurocopa, no dejó de pedirse la cabeza de Luis Aragonés, tanto por la pobreza del juego desplegado como por su resistencia a seleccionar a Raúl pese a las enormes presiones del entorno. Aragonés no quería entre sus filas a divos que ejercieran un liderazgo paralelo al suyo y dividieran el vestuario mediante la formación de camarillas de distinto signo, la causa más habitual de la descomposición de grandes equipos -último ejemplo, el Barcelona de Ronaldinho y Eto'o-, sino jugadores comprometidos con una causa común y donde nadie se sintiera superior a nadie. El triunfo ha sido la prueba de que la estrategia del seleccionador era la acertada. Se achacaba a la tradicional anarquía y al individualismo hispánicos la incapacidad de nuestro país para lograr éxitos deportivos colectivos, en contraste con el de las figuras que sólo dependían de su propio genio personal (Manuel Santana, Paquito Fernández Ochoa, Severiano Ballesteros, Ángel Nieto, Joaquín Blume, Miguel Induráin, Fernando Alonso, Rafael Nadal). Los triunfos de las selecciones de waterpolo, balonmano, baloncesto y, ahora, fútbol -éste, en verdad, el deporte rey-, sirven para desterrar tópicos y demostrar que España, cuando sabe trabajar en equipo, puede alcanzar también como país las mayores metas.

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