Cuando el partido galopa apresurado hacia su comienzo y la alineación te parece estrambótica, la creencia de que el responsable ha sufrido un ataque de entrenador se hace inobjetable. Luego, cuando el partido acaba en novela rosa, todo se resume en que sus razones habría tenido el alineador para conformar un equipo en el que sólo creía él y, posiblemente, sus ayudantes. Y es que la victoria lo tapa todo, absolutamente todo.

No obstante, conviene esperar a ver qué dice el hombre en sala de prensa, qué argumentos le llevaron a tan sublime decisión. Y todo hay que darlo por concluso cuando apela a una manida frase de entrenador, esa de que "nadie mejor que yo para saber en qué momento de forma se halla cada uno". Ante eso, y como la cosa acabó bien, pues chitón y a esperar a la próxima, que, en el caso que nos ocupa, no va a tardar en ocurrir, ¿o alguien duda de que Setién lo hará más veces?

Todo eso está muy bien y si resulta que la jugada del gol que le dio la victoria al equipo surgió de una triangulación entre jugadores de los que más sorprendió su alineación, pues a ver quién rechista al manijero. Pero todo este argumentario gozoso tiene su contrapunto y es que cuando unos entran es porque otros salieron para dejarles hueco. Y entre los que andan saliendo hay algunos que llegaron como refuerzos contrastados mediante una considerable cantidad de dinero.

Y así como es gratificante que el Betis apele a chicos de la cantera y que estos chicos, unos más que otros, estén solventando la papeleta con éxito, la cruz de la moneda está en el temor de que esos consagrados que vinieron para contento bético se desconecten del proyecto. Por eso se fue Pezzella y ojalá no pase igual con gente como Tello, Javi García o Camarasa, que de muy importantes han pasado a un rol testimonial que puede desenchufarlos. Asunto espinoso, pues.