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Jerónimo Cejudo

Catedrales del campo

Los silos, en desuso desde el ingreso de España en la UE, forman parte del paisaje rural

EL Ministerio de Agricultura está instalando en el Castillo de Arévalo, donde se rodó la serie de televisión Isabel, que es un silo, un centro de interpretación de la Red Nacional de Silos.

En breve el Estado se va a desprender de sus últimas unidades de silos, la conocida como Red Básica. Actualmente estas emblemáticas edificaciones pertenecen a las comunidades autónomas y ayuntamientos y se encuentran en buen estado de conservación.

La conocida máxima primum vivere deinde philosophari, en una de sus acepciones, resalta la importancia de garantizarse la subsistencia antes de realizar otro tipo de nobles actividades humanas como la artesanía, la música, el teatro o la poesía.

Desde el Neolítico la alimentación humana se basa en la agricultura y existe el problema de que los cultivos concentran toda la producción en un corto periodo de tiempo, el de la cosecha, pero esta debe durar para todo el año.

Por ello, y desde entonces, las sociedades estables y prósperas se han preocupado de asegurar el almacenamiento de sus producciones de manera adecuada.

El entorno del Mediterráneo, una región donde la variabilidad climática condiciona el resultado agrícola, origina años de abundancia y años de escasez y las culturas que aquí nos han precedido han desarrollado diferentes sistemas para conservar las cosechas.

En unas excavaciones en Jericó han aparecido los restos de una torre circular de nueve metros de altura dedicada al almacenamiento de grano del año 7.000 a. C.

Ya los egipcios disponían de sistemas de almacenamiento de cereal con descarga inferior, por gravedad. En la República Romana se instituyeron los pósitos, almacenes donde se guardaba grano, para garantizar la alimentación, entre otros, de los niños de la calle. Parece ser que la palabra obispo deriva del administrador del pósito romano. También sirvieron los pósitos, más tarde, para prestar semilla para la siembra en épocas de hambruna, cuando se consumían hasta los granos para simiente. Los árabes tenían depósitos de almacenamiento de cereal formados por grandes tinajas enterradas en el suelo ya que mantenían unas condiciones muy estables.

Pero no es hasta la aparición de las máquinas motorizadas que se posibilita el desarrollo de un sistema de almacenamiento de grano, con carga y descarga vertical, como los silos que conocemos actualmente.

Estos edificios solitarios, de ladrillo o de hormigón, que están siempre presentes en nuestro paisaje rural cerealista, constituyen la Red Nacional de Silos.

Tras la Primera Guerra Mundial se sucedieron varios años de desabastecimiento y posteriormente de excedentes, y de hundimiento de precios del cereal, que propiciaron la intervención de los gobiernos en los mercados.

En España un decreto de septiembre de 1932 propone la creación de una red estatal de silos para almacenamiento de grano por cuenta del Estado. Se constituyó posteriormente el Servicio Nacional del Trigo, cuya función era paliar la irregularidad de los mercados de cereal, asegurando el abastecimiento a la población y garantizando el precio a los agricultores necesitando para ello una red de almacenes.

Las primeras unidades de la Red Nacional de Silos se construyeron en los años cuarenta, la primera en Alcalá de Henares, levantándose la última en Valchillón (Córdoba) en 1990.

En 50 años se han construido 672 silos verticales y 281 graneros.

Estos edificios, constituidos por celdas verticales, se manejan aprovechando la gravedad. Para el llenado, los vehículos que transportan el cereal lo vuelcan en un foso desde el que, por medio de un elevador de cangilones, se sube el grano a un repartidor o a un transportador horizontal que llena la celda que convenga. Para el vaciado se abre una trampilla inferior que carga un transportador horizontal y lleva el grano a un vehículo o a otro elevador. La mecanización de un silo supone un sistema sencillo pero muy eficiente para mover el grano en cualquier sentido.

Ahora la pertenencia de España a la Unión Europea y la Política Agraria Común han hecho que desaparezca la política de intervención del Estado.

Por eso estos edificios que proyectaron y construyeron ingenieros agrónomos, y que hoy interesan a arquitectos y fotógrafos, han caído en desuso.

Preocupado por su futuro, el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Andalucía ha firmado un convenio con el grupo de investigación silosygraneros.es para fomentar la reutilización de este patrimonio rural público, que forma parte de nuestra memoria colectiva.

Esperamos que entre todos los interesados, con ingenio e iniciativa, podamos darle nueva vida a estas catedrales olvidadas.

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