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PASA LA VIDA

Juan Luis / Pavón

Cayetano, otro que tal baila

DE duque a conde, y tiro porque me toca mientras sale a la palestra algún marqués que también desbarre. Mientras se hacen esfuerzos sin parangón para distanciar a los Reyes de las tropelías perpetradas por el duque Urdangarín, el Gobierno andaluz intenta preservar la imagen de su adorada duquesa de Alba respecto a los comentarios televisivos de su hijo Cayetano Martínez de Irujo, conde de Salvatierra, sobre la poca predisposición al trabajo de los andaluces y su menoscabo a los jornaleros. Miren quién habla. Cayetano, un estajanovista de toda la vida. Les emplazo a que recaben firmas para que Rajoy le conceda la Medalla al Mérito en el Trabajo.

Hay mucho que criticar en Andalucía sobre su adocenamiento y sobre el fracaso de 30 años de autonomía que no han servido para sacarla del furgón de cola. Pero Cayetano Martínez de Irujo no es la persona que tenga legitimidad para dar lecciones sobre mentalidad laboral y desarrollo económico. Es una barbaridad que la terrateniente Casa de los Alba sea uno de los principales perceptores de subvenciones agrícolas de la Unión Europea. La culpa no es de los aristócratas sino de los políticos que establecen tan disparatado reparto para agudizar las diferencias de renta.

Los sevillanos que se levantan cada día a las seis de la mañana, ya sean asalariados, autónomos o empresarios, tienen mucha más autoridad moral para criticar los defectos de la sociedad andaluza que un emprendedor cuya capacidad más contrastada es la de ligar. Uno de los defectos persistentes es el fuerte deseo de ser señorito. Los hay de linaje, de club de golf, o de carné del PSOE. Señoritos todos, encantados de relacionarse mediante la técnica del figuroneo. De ahí que en Andalucía se le haya dado el título de Hija Predilecta a una persona como Cayetana de Alba, que no ha trabajado en su vida, mientras la mayor parte de los andaluces más abnegados y fructíferos jamás merecen distinciones de ese tipo.

Tanto ama Cayetana a Andalucía que ha transmitido así de bien ese amor a su hijo Cayetano. Gracias, señor conde. A sus pies.

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