La ventana

Luis Carlos Peris

Cayetano reedita el verano peligroso

CUANDO se funden las dos sangres, la del toro y la del torero, el espectáculo se refuerza y hasta alimenta su inmunidad. Ese enorme escritor y perfecto desconocedor de la fiesta que fue Ernest Hemingway hizo su incursión más brillante en el mundo de los toros con Verano peligroso, libro surgido de la recopilación de una serie de artículos para Life. Fue en agosto de 1959 y la cosa estaba en contar la que iba a ser la última rivalidad auténtica, el último choque de trenes una tarde sí y otra también por la piel de toro. Era un duelo con la vida en juego entre dos cuñados que se odiaban cordialmente, o que se querían agresivamente, quién sabe. Luis Miguel y Ordóñez se liaban con los dientes apretados en el capote de paseo y fueron varias las enfermerías que visitaron en ese mes. Ayer, viendo la imagen de un nieto de ambos crispado por el dolor de la cornada me acordé de aquella rivalidad también en agosto.

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