CEBALLOS como protagonista del verano bético, de este verano que tanto optimismo acarreaba por el mero hecho de haber vuelto al hábitat natural, a esa Primera División que tan esquiva le fue, es y esperemos que no le sea en el futuro. Pero ese verano tan proclive al optimismo se está emponzoñando por varios motivos, no todos subsanables, y entre ellos figura la situación de la última perla surgida de los escalafones inferiores.

No están funcionando las cosas en este sentido aunque el chaval haya firmado ficha profesional. Al menos no llevará el cuarentaitantos en el dorsal, pero da la sensación de que aquel noviazgo se ha roto. Aquellas protestaciones de fe bética que hizo cuando cruzó la calle del fútbol según Sevilla suenan a milonga y las relaciones actuales son idénticas a las normales entre club y profesional. O sea, que la pela es la pela y como en este Betis no abunda, pues a ver qué pasa.

Sus representantes, que no son de nadie que no sea la pela, mayormente para el negocio propio y por el que sangran al fútbol, lo están ofreciendo al mejor postor y por ahí lleva el Betis todas las de perder. Es más, no parece extraño que esa empresa, Bahía es su nombre, esté aguardando a ver si es verdad que Oliver y la compaña vuelven al puente de mando, pues no hay más que recordar los pingües negocios que entrambos hicieron en aquel verano que Alaya convirtió en venturoso.

Antier se escenificó una especie de pasillo de comedia con el futbolista entrando y saliendo mientras el autobús partía sin él. Tras hacerse profesional, dos versiones diferentes, ya que mientras en el Betis se habla de una cláusula de rescisión en la otra orilla, la del jugador, se dice que no ha variado. A ver quién nos compra este misterio, pero entre fichajes bajo sospecha y los que no llegan, lo de Ceballos es la guinda que enturbia un verano que debió ser bonancible.