ESTÁN aún a tiempo de subsanar la patraña para evitar el choteo nacional en el acto de la inauguración oficial. La empresa pública Adif ha terminado para el Ministerio de Fomento la remodelación de la línea de tren para Cercanías que originalmente se ideó para llevar público a la Expo 92, y ahora tendrá tres estaciones: el barrio de San Jerónimo, el Estadio y Cartuja. Lo sustancial es la importante infraestructura, con vía doble en todo el recorrido, y conexión en San Jerónimo con el Cercanías del Aljarafe, transbordo que les evitará llegar a Santa Justa para volver hacia el mismo sitio. Pero ruego a los responsables de Adif que sustituyan de sus apeaderos, de sus folletos y de su web el incorrecto término Estadio Olímpico y lo sustituyan por Estadio, a secas. Comprendo que, por puro seguidismo, han cogido la denominación que tiene la empresa pública de la Junta que gestiona el espléndido coliseo. Pero nadie debe ser correa de transmisión de la falacia perpetrada en 1998-99 desde el Ayuntamiento, que sólo sirvió para hacer el ridículo ante las instancias deportivas y periodísticas nacionales e internacionales.

Es el recorte más sencillo que tenía en su agenda Zoido nada más llegar a la Alcaldía, y todavía no lo ha ordenado. Cambiarle el nombre al estadio y llamarlo Estadio de la Cartuja. No sería correcto llamarlo Estadio de Sevilla porque la mitad del recinto se asienta sobre terrenos de Santiponce. En ninguna otra ciudad del mundo se le llama estadio olímpico al que no ha acogido unos Juegos Olímpicos. Con los alcaldes anteriores hemos pecado de grandeur cateta. La identidad de la que sentirse orgulloso sólo es duradera si se erige desde la seriedad. Llamar a las cosas por su nombre tiene su importancia. Cuando los nombres son inflados, lo que viene después es la burbuja del engaño.

Si a la ministra Ana Pastor le dicen que inaugure un tren de Cercanías que lleva al Estadio Olímpico, no iría a Sevilla sino a Montjuïc, Barcelona.