SEMIFINALES con sabor de final; no de final anticipada ni de otros eufemismos parecidos, sino de final definitiva con todos sus avíos. Han sido dos acontecimientos futbolísticos las dos semifinales de Champions para que al final lleguen los dos que tuvieron más pegada y sin que haya rastro hispano por parte alguna. Y es que, como el Barça, el españolizado Liverpool de Rafa Benítez quedó fuera de concurso por culpa de un rival que definió mejor ante puerta el recital de intensidad, ritmo sostenido y fútbol de cara que se ha dado en estos dos auténticos sucesos de fútbol moderno, de fútbol poco especulativo y de cara.

Si acaso, sí hubo algo de especulación en el United, que vivió del golazo de Scholes durante gran parte del choque. Al día siguiente, los miocardios se aceleraban sin control viendo cómo se batían el cobre rojos y azules bajo la lluvia inmisericorde de Londres en general y de Stamford Bridge en particular. Y en este partido se dio una circunstancia no acorde con la categoría del acontecimiento, la de que tanto Chelsea como Liverpool iban a golear precisamente cuando más a merced del contrario estaban. En plena orgía azul empataba Torres y cuando más jugaban los rojos aparecerían la metedura de pata de Hyppia y el instinto depredador de Drogba.

Al final United y Chelsea a la final de Moscú para un acontecimiento que desde ya tiene carácter de futura efeméride. En tres semanas, ambos van a jugarse todo lo que hay por jugar. La Premier y la Champions para dos equipazos y la sensación de que aquella competición calificada como Liga de las Estrellas se ha dejado adelantar por la Premier. Y es que entre los desmanes económicos, la lucha entre operadores televisivos y la desmañada gestión de la mayoría de los clubes, las estrellas prefieren atravesar el Canal antes que cruzar los Pirineos. Nos quedaba la esperanza del españolizado Liverpool, pero ni siquiera eso va a representarnos en Moscú.