Cuchillo sin filo

Francisco Correal

Cigüeñas en San Pablo

HACE mucho tiempo que las fechas perdieron su solemnidad. Pasan demasiadas cosas en esa convención que el hombre inventó para hacer más soportable el paso del tiempo. A los catalanes les cogió el 11-S en plena celebración de la Diada. Hace justamente diez años, la conmemoración de la revolución de los claveles, Grándola Vila Morena, coincidió con la rotura de la balsa de Aznalcóllar. Suspendimos un aniversario de boda porque aquellos sanfermines los ensangrentó el atentado contra el Metro de Londres justo un día después de que en Singapur nominaran a la capital británica para los Juegos de 2012. A quienes tuvieran alguna nostalgia de la Expo 92 en el décimo sexto aniversario de su inauguración les cortaría el cuerpo el espanto del reciente 20 de abril, esa modesta vivienda de Écija convertida en pira funeraria de Antonio y Dolores, sus tres hijos y el novio de su chiquilla embarazada. Una familia. Con lo que cuesta sacarla adelante.

22 de diciembre. 28 de febrero. 15 de marzo. Mis últimas visitas a Écija. En las tres ocasiones, la ciudad mostraba la mejor de sus caras: la de la alegría contagiosa. Nueve minutos antes de la una del mediodía, el número 23117 dejaba nueve millones de euros con el quinto premio de la Lotería repartido en los bares La Victoria y Sordo. El 28 de febrero había toros en Écija. Cartel de lujo que explicaba que no hubiera una mesa libre para comer. Acompañaba ese día a Diego Valderas, ex presidente del Parlamento de Andalucía, que en plena campaña electoral huyó de la pompa del Día de Andalucía para comer cualquier cosa con uno de sus colaboradores y este periodista. Entramos en el Pirula y no se cabía. Vimos al patriarca cortando jamón a sus 92 años. Le acababan de dar en la Delegación del Gobierno la medalla al Mérito del Trabajo. Exponente de la prosperidad de estas agrociudades, como las llama el antropólogo Salvador Rodríguez Becerra.

El Domingo de Ramos no hay fútbol en Écija porque presumen de su Semana Santa. El partido contra el Puertollano, el equipo de mi pueblo, se jugó el Sábado de Gloria. Fui con Víctor, mi cuñado, y lo vimos en Preferencia. Perdimos. Todo el partido sobrevolaron cigüeñas por el cuidado césped de San Pablo. Si el gol que marcó Nolito lo marcan Messi o Forlán abre los telediarios. El quinto premio terminó en 17, como el indicador kilométrico y capicúa: Écija 17, Córdoba 71. La vida también es capicúa: empieza como termina. Pero a Antonio y Dolores y su familia les cambiaron el guión cinco domingos después del Domingo de Ramos. Igual estaban en el bar de Margarita, en los toros o en el fútbol alguno de esos días señalados en el calendario personal. Cuando Écija era la ciudad de la alegría.

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