Cita con Europa

Las sociedades occidentales son hijas del 68, mientras que las de Europa del Este lo son del hundimiento comunista

Me congratulaba no hace mucho, en uno de estos Envíos, del apoyo que España ha encontrado en Europa con motivo de la intentona secesionista en Cataluña. Importa que el sostén haya procedido tanto de los países propiamente occidentales como de los del Este, los miembros del llamado Grupo de Visegrado, caracterizados por su enfrentamiento con las políticas dominantes en el seno de la Unión sobre asuntos de gran incidencia. Por ejemplo, la promoción comunitaria de la inmigración islámica o el plegamiento ante las presiones de los lobbies concernientes a conductas sexuales y su tratamiento público. Se trata de cuestiones sobre las que las instituciones europeas mantienen líneas que rebasan con mucho las de la mayor parte de los países integrantes y, sobre todo, la sensibilidad y convicciones de sus pueblos.

Las sociedades europeas occidentales son las hijas del 68, mientras que las del Este lo son del hundimiento comunista del 89; unas, herederas de la radicalidad ideológica del mayo parisino; otras, supervivientes apenas de las utopías que lo alimentaron. En puridad, es imposible encontrar hoy, entre los miembros de una misma comunidad política, una mayor diferencia de experiencia histórica y de proyecto colectivo, más allá de las triviales referencias a la democracia y al bienestar general. Ni siquiera un concepto tan fundante como el de derechos humanos es entendido de la misma forma por todos. Esta grieta, tan visible ya en el edificio de la Unión, con seguridad se irá agrandando con el tiempo y es de temer que acabe creando grandes tensiones sobre su existencia, al menos tal como hoy lo conocemos. En algo sí coinciden todos: en la intangibilidad de las fronteras, y por ello el más o menos entusiasta apoyo de todos a la unidad constitucional e histórica de España. Violentar ese principio sería desatar sobre Europa el pandemónium, y todos lo saben. El reconocimiento de la sedicente república catalana hubiera hecho, ni más ni menos, saltar la Unión.

Hablamos de problemas candentes que, como se ha visto, han escapado del alejado campo de los políticos de Bruselas para irrumpir en nuestras vidas. Y por eso será tan relevante lo que esta tarde en Sevilla, en el club Antares, nos pueda decir sobre estos y otros temas uno de sus mejores conocedores desde la atalaya de la prensa diaria y de la reflexión crítica: Hermann Tertsch.

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