ESTARÁ con su nombre grabado en oro en lo mejor de la historia del Sevilla. Unai ya ha superado las victorias del gran Joaquín Caparrós a cargo del Sevilla y está a punto de igualar al irrepetible Manolo Cardo en el número de partidos dirigidos al club de Nervión. Su victoria del jueves en San Mamés mediante la rentabilización de los cambios realizados en el equipo inicial ha servido, además, para desembarazarse del estigma viajero.

Insisto en que ni el Sevilla va a encontrar un entrenador más idóneo que el vasco ni que este vasco va a hallar un banquillo que le dé tantas prestaciones. Larga vida, por tanto, a este matrimonio tan conveniente y tan rentable para ambas partes. Hoy vuelve a Valencia, aquel lugar que fue su casa y en la que andarán mesándose las barbas por haberle echado sin motivo aparente, sólo por esa vieja costumbre de que Mestalla es como Saturno a la hora de tratar a sus hijos.

Partido importante para el Sevilla y delicado para el Valencia el de hoy cuando den las cuatro en todos los relojes de la tarde junto al viejo cauce del Turia. Tras el batallón de entrenadores que desfiló por Mestalla tras la marcha de Unai, el valencianismo se pregunta por qué fueron tan injustos con el de Fuenterrabía, hoy Hondarribia. Sólo Valverde caló allí, pero le tiró Euskadi y ahí que se quedó el Valencia a la espera de Pellegrino, Voro, Djukic, Pizzi, Nuno y Neville.

La cita es de abrigo, con el Valencia asomado al pozo tétrico del descenso y con el Sevilla en la intentona de recobrar el territorio uefo que abandonó la noche triste de la Real Sociedad. En Mestalla aún no se ha digerido aquel gol de M'Bia en semifinal continental, pero esos tiempos pasaron y de lo que se trata hoy es de escapar de algo que ya vivieron como una pesadilla impensable hace ahora treinta años. Y enfrente, un Sevilla ya librado del estigma viajero. No va más.