PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Ciudadanos o personajes

UN ciudadano andaluz ha sido capaz de poner dialécticamente contra las cuerdas a todo un presidente del Gobierno con sólo formularle una pregunta tan certera como directa, y ser capaz de repreguntarle en el toma y daca con mayor destreza si cabe. Fue el traductor granadino de 29 años que le inquirió a Zapatero sobre la venta de armas a Israel y su posible uso en el aplastamiento de Gaza. Otros protagonistas de Tengo una pregunta para usted también brillaron al plantearle cuestiones con un estilo muy sencillo que propulsaba su carga de profundidad sin tapujos. Lo propio de ver la vida soportando a diario sus embates y contradicciones sin la anestesia de lo políticamente correcto.

La precaria democracia mediática española necesita la participación preferente de ciudadanos en la formación de la opinión pública. Como tertulianos ocasionales son mucho mejores. Durante los últimos diez años se ha alentado la fabricación en serie de dos tipos de opinadores: convertir en personajes a gentes que vendían su intimidad y la del prójimo, y, tras esa travesía de la desfachatez, darles la pátina de comentaristas y enjuiciadores; y, por otro lado, conformar una leva de periodistas encantados de sustentar la línea de argumentación que más interesa al partido del gobierno o al de la oposición, y convertirse previo pago en polemistas de cámara al servicio de una de las dos Españas que nos hiela el corazón.

Nótese cómo se ha dejado de contar con expertos de un tema a la hora de abundar en los asuntos de mayor interés general. Pero en cuanto resulta obligado abordar la crisis económica, que es imposible de ocultar, y se da cancha a los ciudadanos, que son los mayores expertos en sufrir sus consecuencias, ante ellos todo el márketing político de laboratorio y los discursos entrenados se desmoronan y se quedan en cueros. Lo que resplandece es la verdadera opinión pública de un estudiante, de un empresario, de una desempleada o de un pensionista.

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