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Cuchillo sin filo

Francisco Correal

Clases de español

CUANDO los turistas que salían de visitar el Palacio de Oriente los vieron, les dedicaron una sonora ovación. Eran nueve guardias civiles: Fernando Roiz, sus siete hijos y uno de sus nietos, todos con el uniforme reglamentario. El Rey los esperaba en audiencia. Con sus destinos se podría reconstruir el mapa de España. Los hijos de guardias civiles nacen con la lección de geografía aprendida. Salvador Rodríguez Becerra, catedrático de Antropología, nació en un pueblo de la serranía malagueña donde llegó destinado su padre, miembro de la Benemérita. Cuenta que fue en esos traslados a lugares ignotos, alejados de autopistas y aeropuertos, donde empezó a aficionarse al estudio de las costumbres.

La Guardia Civil traza en la historia de España un atlas que es el producto del azar. Vidas cruzadas. El martes presenté en la Feria del Libro de Cádiz la obra de Antonio Hernández La marcha verde y otros cuentos de fútbol. Al acto acudió con los noventa años recién cumplidos su suegro, que desde un pueblo de Salamanca llegó destinado a la casa-cuartel de Arcos de la Frontera para que ese traslado propiciara el romance entre el poeta y la hija del guardia civil, que con el tiempo se convertiría en musa madrileña de Quiñones, Caballero Bonald, Umbral, Claudio Rodríguez y tantos otros muertos de hambre redimidos en el purgatorio del café Gijón.

Antonio Onetti está dándole forma a los guiones de una futura serie televisiva inspirada en la saga de novelas de Lorenzo Silva protagonizadas por una pareja de la Guardia Civil. Juan Manuel Piñuel nació en Melilla el año que mataron a Robert Kennedy. Lo dijo alguien en el funeral celebrado en la catedral de Vitoria: lo han matado por ser español. Ser guardia civil hoy en día es una de las maneras más decentes de ser español, gentilicio que empezando por el idioma que lo sustenta está siendo puesto en solfa donde el instinto de supervivencia política se alimenta con la vitualla del nacionalismo rampante. Los cuarteles de la Guardia Civil son las ikastolas del españolismo en la mente de quienes un día propondrán sacar de las bibliotecas el Poema del Mío Cid por apología del imperialismo.

El guardia civil asesinado en Legutiano deja viuda y un niño de cinco años cuyos compañeros guardaron dos minutos de silencio en el colegio malagueño donde estudia. En la casa cuartel vivían cinco niños. Es la hidra en estado puro, reconcomiéndose en su propia repugnancia. Matando a ese joven agente que nos mira desde las portadas de los diarios, imagen que quedará en el recuerdo de su hijo, tan niño como la cara de niño de su padre.

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