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Helena Arriaza

Cocineros sin esmero

POR fin termina la cuarta temporada de Masterchef. Digo por fin porque sin duda ha sido la más floja de toda la trayectoria del programa presentado por Eva González, incluyendo las ediciones protagonizadas por los niños. Con el paso de las temporadas se ha ido viendo un gran cambio en cuanto a la forma de enfocar el concurso. En la primera primaba la cocina. En esta ha sido lo de menos. Si cadena y productora deciden dar luz verde a una quinta temporada, que todo apunta a que será así, deberán volver a sus orígenes para no perder la esencia de un formato que puso a la cocina en un lugar privilegiado. De lo contrario la próxima edición se convertirá en un reality show de pura convivencia donde lo que menos importa es el talento culinario.

Este año casi se llega a ese límite. Desde el casting se presagiaba lo que iba a ocurrir. La abuela entrañable, la modelo guapa que tiene que demostrar que también es lista, la deportista que no sabe competir, los jóvenes rebeldes, el que se tiene que refinar, elsuperdotado, la flower power o las gemelas fueron algunos de los elegidos para enfrentarse a las valoraciones de Samantha, Pepe y Jordi. Si han visto Masterchef sabrán quienes son cada uno de ellos. Una muestra de que se les conoce más por su carácter que por su cocina. De hecho en los primeros programas mostraron la casa donde conviven los participantes y algunas imágenes de la convivencia. Menos mal que echaron el freno.

Los platos que han presentado en cada una de las pruebas no han estado a la altura de un buen chef que en cuanto termine el programa sea capaz de trabajar en restaurantes o caterings reconocidos y mucho menos regentar su propio negocio. Tan solo hay que ver las pruebas que hicieron hace un par de semanas y miércoles pasado en la semifinal para comprobarlo. Ni una ensalada de arroz, ni escalfar un huevo, ni una tortilla francesa. Y encima les ponen frente a Jordi Roca para imitar uno de sus postres. Desastre total. Previsiblemente esta edición la ganará Virginia, una de las gemelas jerezanas. Que por cierto, gracias a Dios que la semana pasada las separaron, porque se temía que el duelo final fuera entre ellas, algo que hubiera sido demasiado cansino. ¿Pero se imaginan a Virginia, Rocío, Ángel o José Luis al mando de un restaurante digno de Estrella Michelin o trabajando codo a codo con alguno de los miembros del jurado? Hasta el plato del León come gamba tenía más posibilidades.

Hablando de los miembros del jurado. Tampoco han estado a la altura si lo comparamos con ediciones anteriores. El tridente formado por Samantha, Pepe y Jordi ha perdido su contundencia. Al menos Pepe sigue resultando simpaticón. Menos mal que para salvar la situación está el carácter de Eva González. Ella se divierte, se ríe, se enfada. Naturalidad en estado puro y más teniendo en cuenta que ya deja ver un poco más su acento andaluz. Ahora que termina la edición se encuentran ante dos nuevos retos. Una nueva edición de niños que está en pleno casting y la de las celebrities, que cocinarán mejor que los aspirantes anónimos.

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