EN lugar de food trucks, término anglosajón de este fenómeno meteórico sobre la comida ambulante con intención gourmet, es acertado que el término español pudiera ser "cocineta", fusión de furgoneta y cocina, que a fin de cuentas de eso se trata. En Cocineros al volante, el Masterchef road movie que acaba de llegar a La 1, se ha acuñado esta acepción de "cocineta" que tiene futuro. Las creaciones de los chefs ya no sólo están en los restaurantes, sino que la pueden transportar a donde sea. Cualquier lugar recóndito puede presumir ya de alta gastronomía, aunque sea por unas horas. La primera entrega fue una cena que se hizo ligera, a ver si aguantan este ritmo por la carretera.

Con ese aire que evoca a los concurso viajeros como Pekín Express (las parejas concursantes están ahí para que se peleen sobre todo entre ellos y que el público así se relama), Cocineros al volante atrapa el espíritu didáctico e ibérico de Un país para comérselo y mantiene la esencia de Masterchef. Para invocar el éxito gastronómico entre los espectadores se presentan sus dos jurados: Urrechu y Álex Alcántara, precisamente el responsable de orientar y degustar las creaciones de los concursantes de Jordi, Pepe y Samantha. Paula Prendes hace el papel de Eva González, pero nos quedamos con nuestra paisana.

El flamante ganador de Masterchef, Carlos Maldonado y su desparpajo dialéctico y culinario, forma parte de la troupe viajera que entre paisajes, recetas y algún coscorrón con el techo de la cabina, forman un entretenido concurso de cocina al que se le puede ir añadiendo algo de sal con el paso de las entregas. TVE lo ha estrenado en verano para aupar sus cifras de audiencia pero no es el típico relleno de las noches estivales. No es una simple versión menor de los programas en plató, sino una comestible revisión de la competición culinaria que se presta a un ambiente más informal con sus rutas, sus participantes heterodoxos y sus guisotes para dar hambre.