Al relámpago de un tiro el café se iluminó cantaba Concha Piquer cuando bordaba la copla en La Ruiseñora, una de las muchas cumbres que tiene la obra de Quintero, León y Quiroga. Pues en estas noches de tormentas, cuántas veces se nos ha iluminado no el café sino la salita o el dormitorio mientras los perros del vecindario, numerosísimos por cierto, adobaban con sus ladridos la banda sonora del fenómeno. Relámpagos sin solución de continuidad, uno tras otro en noches que nos devolvían a un tiempo ya en desuso. Estas tormentas de una primavera que está pasando de puntillas por nuestras vidas nos han retrotraído a una época que ya ni recordábamos. Y es que hay que ver cómo las tormentas han reaparecido para intimidarnos y sobrecogernos con la luz y el ruido, que había truenos que llegaban en seguida, al momento, señal de su cercanía. Qué miedo.