DESENCANTO en cantidades industriales por el estado en que se halla la sanidad en esta nuestra tierra. Aquella modernización que prometieron los del perpetuo mandarinato que rigió y rige nuestras vidas ha dado paso al hacinamiento en las presuntas urgencias, a la demora de las citas, a la cada vez más amplia lista de medicamentos proscritos y a la falta de camas por el simple hecho de haber sido clausuradas. La otra mañana, un médico amigo se me confesaba con amargura: "Espero el día de mi jubilación como una liberación porque así no se puede trabajar. Cada vez nos llaman con más frecuencia para darnos a conocer nuevos medicamentos que no podemos recetar y aconsejarnos que demos menos volantes para especialistas. Y todo bajo amenazas que luego cumplen penalizándonos. Ya te digo, deseando huir de todo esto". ¿Modernidad?
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