CUANDO Sevilla se convierte en la ciudad de los debates absurdos tiende a reincidir en sus mayores contradicciones. Sobresale en ese capítulo el globo sonda lanzado por el Gobierno municipal al término de la última Feria, insinuando que prefiere unir cada año la gran fiesta al puente del Primero de Mayo, para tener así más turistas durante la semana de farolillos. Los sectores más ligados al turismo (hoteleros, hosteleros y comerciantes) dijeron de inmediato que no tenía sentido forzar esa coincidencia porque restaba en lugar de sumar, al solapar dos fechas tan buenas.

Cuando el río de visitantes ha pasado por Sevilla bajo el citado puente tan madrileño, el dato es abrumador: 94% de ocupación de las camas hoteleras. Intuyan la cantidad de turistas que no hubieran podido alojarse en hoteles de Sevilla entre el 1 y el 3 de mayo de haber sido fechas de Feria además de puente. Salvo que el Ayuntamiento, en casos así, decrete el estado de excepción, obligando al ménage à trois en las camas de habitación doble. E imponiendo que los propietarios de pisos vacíos los habiliten por bemoles para alojar turistas. O subvencionar a las familias con habitación libre para que se integren en una red de bed & breakfast feriante (con derecho a rebujito).

Es descabellado que una ciudad como Sevilla monte su gran fiesta en función del tiempo libre de los habitantes de otras ciudades. Conviene que el Ayuntamiento recupere el norte y no le eche agua al vino de la alta ocupación en el puente de mayo porque haya coincidido con dos competiciones deportivas internacionales y la exposición de Sorolla. Justo al revés debería verlo: es el Ayuntamiento quien ha de encabezar el interés común de fortalecer la agenda de eventos en la ciudad durante los puentes y fines de semana para hacer más atractiva a Sevilla como destino. Pero la Feria no es el comodín para eso, como no lo son las Fallas y los Sanfermines.