DENTRO de la bondad del sorteo, conviene recordar que el Zaragoza, uno de los más asequibles que quedaban en el bombo, es una especie de bestia negra copera para el Betis en la Copa del Rey. Desde aquella semifinal del 76 en que un gol del entonces zaragocista Carlos Diarte dejaba al equipo de Ferenc Szusza con la miel de una final en los labios, hasta en otras tres ocasiones se ha erigido el equipo aragonés en verdugo copero del Betis. No quiere decir nada, pero la historia está ahí y en este apartado se muestra inmisericorde con el Betis de Szusza, de Kresic, de Serra, de Luis Aragonés y de Víctor Fernández.

Recordaba la otra noche con Roberto Ríos aquel poderoso testarazo suyo que en la vuelta de semifinales del 94 llevaba la cosa al tiempo extra. Fue en el primer partido de Serra como entrenador del Betis fuera de casa, partido al que llegó en desventaja a causa de un planteamiento ultradefensivo de Kresic en Heliópolis más el añadido de un error garrafal del fallecido Yubero. Quiere decirse que entre aquella distracción de Sabaté ante Diarte, los errores en pizarra y portería del 94, la superioridad en el 98 del equipo de Luis Costa y Jamelli ante el de Luis y las desaplicaciones del equipo que preparaba Víctor en enero de 2004, la historia es implacable.

Dicho lo cual, tampoco cabe la menor duda de que dado el panorama y en qué momento de juego está cada uno, el Zaragoza era de lo más asequible que podía tocarle al Betis. Es de lo más prestigioso que había en el bombo, tiene cierto tirón taquillero, caer ante él no ha de ser desdoro alguno y sólo cabe preguntarse qué es lo que el Betis pretende del torneo del K.O. Mel se debate entre qué es mejor para el futuro, si sobrevivir en la Copa o dejarse de distracciones. La cabeza quizá aconseje esto último y el corazón seguir, pero lo cierto es que ya que está metido en el berenjenal copero se le coge gusto y como, además, tirar la Copa no garantiza el éxito en la Liga...