la ciudad y los días

Carlos Colón

Crece la violencia

COMO sevillista de secuela, ya que no lo soy porque lo haya sido mi padre sino porque lo son mis hijos, creo que es injusto titular, como han hecho prácticamente todos los medios, que se ha producido una reyerta entre aficionados del Sevilla y el Betis. Porque lo que se ha producido, según se narraba después en las informaciones, es una razzia de aficionados del Sevilla en la ciudad deportiva del Betis mientras se celebraba un torneo entre peñas béticas. Ir hasta allí para montar una bronca es una incursión en la que, al margen de las responsabilidades individuales una vez que se inició la reyerta, hay agresores y agredidos, quienes atacan y quienes se defienden, quienes irrumpen en casa ajena y quienes son asaltados en su propia casa.

Convendría deslindar responsabilidades entre las dos aficiones; tanto como identificar cuidadosamente a los cada vez más numerosos energúmenos que utilizan el fútbol -o el deporte en general- para dar rienda suelta a una violencia creciente. Recientes están, en lo próximo, los bochornosos incidentes tras el Granada-Elche (tres detenidos y cinco policías heridos) que se reprodujeron tras el partido de vuelta en Elche. Recientes están, en lo lejano, los asombrosos y terribles sucesos de Vancouver, cuando tras la derrota del equipo local de hockey miles de hinchas enfurecidos destrozaron el centro de la ciudad asaltando y saqueando comercios, volcando y quemando coches, rompiendo o incendiando cuanto encontraban a su paso. Dado que la errónea política de las autoridades y directivos es quitar importancia a estos hechos y culpar a minorías radicales, el alcalde de Vancouver dijo: "Hemos tenido a un reducido grupo de hooligans por las calles de Vancouver causando problemas". Lo desmentían las apocalípticas imágenes aéreas que mostraban a miles de personas arrasando el centro de la ciudad.

Cuestiones distintas que revisten también distintos grados de gravedad, los sucesos de la ciudad deportiva del Betis, de Granada y Elche o de Vancouver son para mí primos hermanos de la moda de las concentraciones supuestamente festivas a través de Facebook que tantos problemas está acarreando en Alemania, al terminar en batallas campales con lanzamiento de cócteles molotov a la Policía; o del bloqueo del Parlament y las agresiones a los diputados catalanes. No basta con decir que grupos violentos y radicales se infiltran en estos fenómenos deportivos, festivos o de protesta cívica. Habría que analizar por qué una violencia ciega y destructora -con o sin pretexto: reciente está el trágico incidente de la botellona en el Charco de la Pava- infecta cada vez más la vida cotidiana.

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