Alto y claro

josé Antonio / carrizosa

Credibilidad

CUANDO hace un año y medio Susana Díaz llegó a la Presidencia de la Junta llamó la atención por mantener, tanto de puertas adentro en Andalucía como en sus salidas fuera, un discurso con una fuerte carga autocrítica. Fue una sorpresa en un país en el que es muy difícil que alguien reconozca que los suyos han hechos las cosas mal y que lo que ha pasado es culpa propia y no de los de enfrente. Susana habló de cómo en el Gobierno de la Junta se había permitido el despilfarro de dinero público y cómo unos cuántos habían aprovechado ese descontrol para meter la mano en la caja o de cómo su partido se había enfangado en la cuestión catalana por abandonar un planteamiento de clara defensa de la unidad de España. Pero eso fueron los comienzos. A partir de ahí la presidenta andaluza ha vuelto a caer en la autocomplacencia acentuada estos días por la entrada en una campaña electoral que se prevé larga y complicada. Así, según su interpretación, no ha tenido más remedio que anticipar la llamada a las urnas por la deslealtad de su socio de IU, con el que acababa de aprobar sin tensión de ningún tipo unos Presupuestos que aseguraban la gobernabilidad para todo el año. Pero no ha dicho nada de las conveniencias estratégicas de su partido, que son legítimas pero menos presentables ante la opinión pública. Y si las cifras del paro se empeñan en no bajar del millón de personas en Andalucía es por la incapacidad de Rajoy para convencer a la Unión Europea de que hay que poner en marcha un plan especial para el sur del continente, aunque si las cifras mejoran el mérito, automáticamente, pasa a ser propio.

Es el estilo de la vieja política. En Sevilla tenemos otro ejemplo claro en la estrategia del alcalde de culpar a la Junta de Andalucía de todo lo que no ha hecho durante estos cuatro años en la ciudad, que ha sido mucho, y de presentar el Palacio de San Telmo como la cueva donde mañana, tarde y noche se conspira contra los intereses de la ciudad, castigada por haber votado masivamente a Juan Ignacio Zoido.

Ahora que nos queda un año entero de estar al borde de unas elecciones, el fenómeno tenderá a ir a más. Un error. Muchas veces parece que la política se ha empeñado en España en ir muy por detrás de la gente. Pero si alguna virtualidad ha tenido el largo periodo de crisis que estamos todavía atravesando ha sido la de que cientos de miles de personas han tomado conciencia de que el sistema que hasta ahora les ha gobernado ha hecho aguas y que hoy por hoy ni es útil para resolver los problemas de verdad ni ha sido un ejemplo de honestidad y transparencia. Los políticos, que ahora van a tener una sobreexposición que los hace muy vulnerables, deben saber que los discursos vacíos, las promesas para la galería y el ataque gratuito al contrincante ya ni venden ni divierten. Por eso es importante lo que se diga en la campaña en la que ya estamos sumergidos. La regeneración de la vida pública, incluso la propia pervivencia del sistema, depende mucho de lo que pase en los próximos meses y Andalucía va a ser el laboratorio donde se van a medir muchos aspectos claves para el futuro de España. Algo de realismo y de autocrítica van ser imprescindibles para articular discursos con credibilidad y recuperar esa credibilidad, perdida desde hace mucho tiempo, es lo primero y más importante que tienen que hacer ahora los políticos tanto a la izquierda como a la derecha. Porque se juegan mucho más que su propio escaño.

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