NO le falta razón al poderoso Emilio Botín cuando afirma que sería irresponsable prestar dinero a quien no puede devolverlo. Se escuda en ello para aventurar que es difícil, imposible que el crédito aumente. No ha descubierto el Mediterráneo el patrón del Santander. Sería absurdo pensar que los bancos son ONG y que poco menos que tienen que dar dinero a fondo perdido. Evidentemente, no se trata de eso y ningún gobierno, tampoco ninguna empresa, piensa que esa tendría que ser la función de la banca en una situación como ésta. Se trata de algo mucho más simple: de que la banca arrime el hombro y ponga su grano de arena para que la economía vuelva a moverse. Sobre todo, cuando desde el Estado se le ha inyectado una más que significativa cantidad de dinero para que ello sea posible. Esto no significa que lo tenga que realizar sin medir los riesgos o sin exigir las garantías que correspondan. Pero lo que no debe hacer la banca es, en medio de una crisis tan grave como la que padecemos, contribuir al estrangulamiento de la economía. Aunque ello suponga renunciar a una parte de los beneficios. También se le exige a las empresas mantener en lo posible los niveles de empleo, aunque ganen menos.

Mensajes en esta dirección se están dando muchos. Lo decía en tono mitinero hace una semana el presidente del Gobierno y lo remachaba, de forma desabrida, el ministro Sebastián hace pocos días. Es también el mensaje que, de manera mucho más mesurada, trasladaba Chaves en su reunión del jueves con las cajas de ahorro cuando hablaba de "apretar las tuercas". Porque , en definitiva, es de lo que se trata. No se va a salir de esto sin que cada uno de los agentes sociales asuma el papel que le corresponde. El Gobierno, el suyo, canalizando ayudas públicas hacia donde sea necesario y generando clima de confianza. Las empresas, mediante la creación de riqueza y de empleo. Pero los bancos también tienen sus obligaciones y no pueden sustraerse a ellas. La principal es inyectar liquidez para que la economía funcione. A ello deben dedicarse.