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Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Crimen en alta mar

UNOS comandos armados hasta los dientes abordan en la impunidad de la noche un barco con ayuda humanitaria en aguas internacionales. Son recibidos a palos, disparan contra medio centenar de personas y matan a una decena, en defensa propia. Podría ser un chiste sacado de la guerra de Gila. Pero no, es un hecho dramáticamente real. Asaltan a unos cooperantes que iban camino del gueto de Gaza y los matan en defensa propia. Lo explica, con gesto impasible y voz monocorde, el embajador de Israel en España. En la época del gueto de Varsovia y los campos de exterminio a esto se le llamaba genocidio, crimen contra la humanidad, barbarie. No veo por qué debe llamarse ahora de distinta manera.

Pero al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas le da pudor y ha preferido lamentar la pérdida de vidas humanas, sin condenar a Israel. El Consejo Atlántico de la OTAN, reunido en sesión de urgencia, ha exigido al Gobierno de Netanyahu que libere de inmediato a los civiles detenidos, en un acto que el primer ministro turco califica de terrorismo de Estado. La OTAN, la Unión Europea y la ONU se han apresurado a reclamar una investigación rápida, imparcial, creíble y transparente del incidente. Una especie de pomada para calmar la ira del mundo árabe y la indignación de la comunidad internacional. La prensa israelí ha criticado duramente a su primer ministro y reclamado la dimisión del ministro de Defensa. El escritor David Grossman sostiene que "ninguna explicación puede justificar o blanquear el crimen que se ha cometido, ni hay excusa para la estupidez con la que el gobierno y el ejército han actuado".

Este crimen tiene daños colaterales: coloca la estrategia política del presidente Obama y de su secretaria de Estado a la misma altura que la de sus predecesores. Es Tel Aviv quien marca la pauta de la política norteamericana en la zona, sea quien sea el inquilino de la Casa Blanca. El actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, un duro de película que lleva un año en el poder, ofrece por televisión una versión propia de un número de Gila: resulta que los soldados del comando fueron atacados y golpeados y se tuvieron que defender los pobres. La pregunta es qué hacían allí. El principal beneficiario de esta actuación disparatada es el grupo fundamentalista palestino Hamas. En el inicio de la transición ETA atentó contra algunos de los generales más liberales del Ejército. Su estrategia era que los militares ultras reclamaran estados de excepción y debilitaran el Estado democrático. Netanyahu parece utilizar la misma táctica. Ataco a cooperantes indefensos a ver si la fiera de Hamas reacciona con violencia y justifica la quiebra de una solución negociada en Oriente Medio.

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