análisis

Rogelio Velasco

Crisis y sector exterior

Pese a que las exportaciones españolas están en la senda del crecimiento, el país puede hacer muchísimo más en este capítulo: no está aprovechando adecuadamente la expansión de las economías emergentes

NO es casualidad que los tres países europeos que mejor comportamiento económico están mostrando sean los que presentan un mayor superávit por cuenta corriente. Suecia, Alemania y Holanda mantienen un saldo muy favorable en sus relaciones económicas con el resto del mundo y unas tasas de crecimiento elevadas, que están incluso creando escasez de mano de obra cualificada. Son tres economías muy orientadas a la exportación de bienes, no sólo a la UE sino también a los mercados emergentes, lo que les está permitiendo aprovechar el crecimiento de esos países. En la actualidad, el 80% del crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) mundial proviene de las economías emergentes.

La economía española ha mostrado tradicionalmente una orientación a la exportación muy reducida, reflejando la escasa calidad de los productos fabricados y la baja formación del capital humano. Sólo bienes de bajo valor añadido asociados a la agricultura y productos industriales fabricados por multinacionales instaladas en nuestro suelo han tenido vocación exportadora.

Este panorama tradicional ha cambiado, desde luego, en las últimas dos décadas, no sólo por el aumento de la actividad internacional de las empresas existentes, sino también por la incorporación de otras nuevas, de mediana y gran dimensión, que han incrementado significativamente nuestra presencia en los mercados internacionales.

Sin embargo, a pesar de los avances producidos en la mayor extroversión de nuestra economía, el sector exterior continúa presentando restricciones para que el crecimiento sea sostenido por dos motivos diferentes.

Por el lado de las transacciones, es cierto que el comportamiento de las exportaciones ha sido excelente. España es, junto con Alemania, el país europeo con mejor perfil exportador durante los últimos diez años. Sin embargo, el bajo nivel de partida hace que el peso de las exportaciones en el PIB siga siendo relativamente reducido y, por tanto, sea reducida también la capacidad de arrastre sobre el conjunto de la economía y del empleo. Una simple comparación. El peso de las exportaciones de mercancías en el PIB español es del 19%; el de Italia y Francia, el 29%, el de Alemania el 50% y el de Suecia supera el 54%.

No obstante, la actual crisis pone de manifiesto la importancia de la contribución del sector exterior. Las exportaciones españolas aumentaron el pasado año un 10,3% realizando una contribución positiva al crecimiento del PIB del 1%. Este año, se espera que la contribución se eleve al 1,8%. Estas cifras representan todo un contraste con la demanda doméstica, con tasas negativas de alrededor del 1% para ambos periodos.

Aun así, se puede hacer mucho más. España no está aprovechando adecuadamente la gran expansión de los países emergentes. El 74% de nuestras exportaciones se dirigen a Europa Occidental; pero las importaciones de esta área sólo han crecido como media un 12% anual en la última década. Por el contrario, las importaciones de los países asiáticos han crecido a tasas de entre el 20% y el 30% anual, pero nuestras exportaciones a ese área sólo pesan el 4,5% en el total. Pueden ofrecerse cifras similares para Latinoamérica y Golfo Pérsico.

Esta labor de penetración en economías emergentes, no es sólo de las empresas; la diplomacia importa en países en donde muchos contratos los otorga el Estado. Durante toda la etapa de Moratinos al frente de Exteriores, los viajes a Cuba y Oriente Próximo tuvieron prioridad frente a las visitas a China, Brasil, Kazajistán, etc. En la actual etapa de Jiménez se está corrigiendo, con visitas a países emergentes acompañando a Zapatero. Sebastián ha estado en lo que llevamos de año cuatro veces en China. Más próximo a nosotros, desconocemos la eficacia de la labor de Extenda para la promoción de las exportaciones andaluzas, pero la iniciativa tomada este año de triplicar las plazas para becarios nos parece magnífica. Ahora tienen que aprovecharla los empresarios.

Pero el sector exterior presenta otros aspectos que representan también problemas para el crecimiento. Como es conocido, cuando la economía española crece las importaciones lo hacen más rápidamente. España tiene un problema crónico de déficit por cuenta corriente que tiene que ser financiado por el resto del mundo. Incluso cuando no hay crecimiento, como sucede en estos momentos, el saldo de la balanza corriente es negativo. En particular, la factura energética representa entre un 2% y un 4% del PIB, dependiendo de la tasa de crecimiento y del propio precio del petróleo. En el primer semestre de este año, las importaciones energéticas equivalían a todas las entradas de divisas por turismo.

La crisis está poniendo de manifiesto la vulnerabilidad de nuestra economía por el sector exterior. Y lo es tanto por el motivo antes señalado -la escasa capacidad de arrastre sobre otros sectores y sobre el empleo- como porque en las actuales circunstancias el punto más vulnerable de nuestra economía es la financiación internacional tanto pública como privada. Necesitamos el ahorro exterior para la refinanciación de bancos y cajas y para la colocación de deuda en los mercados internacionales. En circunstancias normales, un país como España puede financiar un déficit corriente del 4% del PIB; no lo es en las actuales.

Estas restricciones deberían servir de catalizador, hoy más que nunca, para que redoblemos los esfuerzos, acelerando la internacionalización de nuestra economía y que esos esfuerzos no sean temporales, sino que permitan elevar el perfil internacional de la economía española de forma permanente.

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