Desde mi córner

Luis Carlos Peris

Crueldades en la Champions

La final del primer torneo continental parecía más una disputa entre dos equipos italianos que de la Premier

PARECÍA que en vez de ser un partido entre ingleses, se jugaba por dos equipos italianos. La final de Moscú entre United y Chelsea fue, muy a menudo, más trabada que la que Juve y Milan libraron hace un lustro en Old Trafford. Jugadores como Rooney o Joe Cole parecían encorsetados, interviniendo poquísimo, para que al final fuesen los héroes del partido los que pasasen a villanos en la tanda de penaltis. Si en los de Ferguson únicamente Cristiano soltaba amarras para inventar y desbordar, en el Chelsea brillaba el carácter y la virilidad de John Terry, el gran capitán, que hasta salvaría a su equipo de perder en el tiempo regular.

Era magnífico el partido del central y fantástica la participación, siempre pragmática y sobria, de Makelele. Pero ¿cómo un partido puede ser imaginativo y vistoso si es Makelele el que la tiene casi siempre? Era un partido sin nada que ver con la Premier, como si el exilio obligado a Moscú hubiese hecho estragos en las neuronas de los futbolistas, como si se sintiesen maniatados por las pizarras de Ferguson y Grant para fijarse más en el crono y en el rival que en la portería contraria. Claro que el Chelsea dirá que tanto Drogba como Lampard vieron cómo sus obuses iban al maderamen de Van der Sart, que por ahí se fraguaba la mala fortuna de los londinenses.

Cuando el fútbol se alborota termina siendo cruel; cuando se encorseta, también. Crueldad en la tanda de penaltis y por tandas, para que no se diga. Crueldad para la psique de Cristiano Ronaldo, una estrella que no es feliz si la victoria no llega por él, en el sofisticadamente estúpido penalti que tiró. Crueldad refinada para Terry, que tuvo la Champions en su bota diestra y al que fue a traicionarle la siniestra, la de un apoyo que no fue tal. Luego lo de Anelka ya era más explicable, pues si existe algún futbolista de esa magnitud poco fiable ése es el ex madridista. La Champions tiró hacia Manchester pero por un camino sembrado de crueldades.

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