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Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

Crujido de cuadernas

QUEDA poco de aquella espontaneidad que hizo de los socialistas la fuerza aglutinante que transformó la realidad andaluza. Recuperar el pulso en torno a las ideas de innovación social, en las que se funda la izquierda democrática, ha sido una de las preocupaciones de las últimas legislaturas de Manuel Chaves, en un intento fallido de contrapesar el escorado del partido hacia una gestión del poder que recuerda a ciertas formas de régimen. El debate y la participación social fueron derivando en un oscurecimiento intelectual, el alejamiento del partido de algunos de los políticos con más inquietudes y el adelgazamiento del perfil urbano en la radiografía de los votantes.

La salida de Chaves sólo ha resuelto parte de la estrategia de Zapatero para evitar la pérdida de Andalucía en el cómputo electoral del socialismo español. Gaspar Zarrías, que jugó un papel crucial en los últimos gobiernos autonómicos, ha marcado, con su apoyo al presidente Griñán, la dirección lógica de una sucesión llamada a cubrir algo más que un puesto vacante. Pero a la lógica se enfrenta la conjura tácita de quienes, huérfanos de expectativas de retorno a la vida profesional, parecen haber decidido morir con las botas puestas y asistir a su entierro político en coche oficial.

Al sacrificio político de Manuel Chaves debieran seguir otros sacrificios menores -de personajes menores- que permitan un cambio de voces y discursos. Con el cortejo habitual, en ayuntamientos, diputaciones, delegaciones y agrupaciones, cabe empezar a ensayar la marcha fúnebre. Rescatar la política y abrir las puertas a la sociedad es mucho más que refundir en eslóganes autocomplacientes el buen rollito sociata… Es volver a las fuentes constructivas de la creatividad cultural, social y política. Volver a la inteligencia, al capital humano. Volver al ciudadano.

Griñán ha intentado dar pasos firmes y han crujido las cuadernas de la nave. Vagos y maleantes políticos, clanes privatizadores del espacio público, están muy lejos de aquellos valores éticos que fundaron la ideología bajo la que se cobijan, pero en la que no creen. Las franquicias locales de poder, territorio de caciques y conseguidores, anegan el proyecto, las ideas, la política. Hay grandes ciudades andaluzas donde el número de votantes socialistas supera en 200 veces la militancia. No es posible, en un proyecto que dice mirar al futuro, dejar a la opinión pública a la intemperie de la acción política, manejándola con herramientas del marketing frente a las que empieza a estar inmune, porque al fondo se advierte el paisaje inmóvil de los poltronadependientes.

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